En el Barrio de «Los Chisperos», en una de sus calles más señoriales, Fernando VI nº 2, se encuentra la Duquesita, una de las pastelerías con más solera de Madrid. Haciendo honor al Madrid más dulce, Callejeartemadrid os cuenta su historia.
En 1914, tras estallar la Gran Guerra. Romualdo Santamaria, maquinista del ferrocarril, se queda sin trabajo, y lo encuentra en la Duquesita, una pastelería que acaba de abrir sus puertas.
La famosa pastelería se debe a un repostero de Guadalajara, Roque Pérez, que tenía buena relación con la alta sociedad. Disponía de su propio vehículo y chofer para pasearse por la ciudad. Pérez viajaba con frecuencia a París, y se trajo materia prima de la repostería francesa, bandejas, fuentes y platos para presentarlos. En uno de sus viajes se trajo la pequeña escultura de alabastro italiano que preside el local y da nombre al mismo: La Duquesita. Su clientela serán títulos nobiliarios con un paladar selecto, entre ellos la regente María Cristina de Austria.
La Duquesita desde su origen se ha dedicado a a especialidades como los «cruzamientos», cajas de bombones o pastelillos ricamente decorados que se regalaban a los caballeros que ingresaban en una orden militar. No falta la repostería estacional, de acuerdo a las celebraciones religiosas, como los huesos de santos, buñuelos, bartolillos, anguilas de mazapán, los «soconuscos», cuyo nombre procede de México, siendo unos pastelitos de chocolate hechos con el mejor cacao.
En 1931 fallece Pérez, y Romualdo Santamaria, hasta ese momento oficial de repostería, se pone al mando. Y así hasta tres generaciones, el último, Luis, fundador de la Escuela de Repostería Madrileña. Sin embargo tras 102 años de existencia, la familia Santamaria decidió no continuar con el negocio. Un drama para Madrid. Sin embargo, a nuestra suerte el reconocido maestro pastelero, Oriol Balaguer , conocido por su vanguardia junto a Ferrán Adrià, decidió hacerse cargo. Desde el 2016, la pastelería y bombonería ha mantenido su tradición de dulces, añadiendo creaciones modernas con su sello.
Junto a pasteles y tartas tradicionales como la de limón, la Selva Negra, la de manzana, surgen nombres tan sugerentes como «Texturas», «Duquesita», «Tradición «, «Carlota», donde se mezclan nuevos sabores de lima, gianduja, frutos rojos, yogur, imposible negarse a probarlos. Y no pueden faltar los hojaldres, los croissants, las palmeras y los pannettones.
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