En la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula en Bruselas, dos seres perfectos el uno para el otro: serios, formales, intensamente religiosos, el había deseado hacerse sacerdote y ella se planteo meterse a monja se casaron rodeados del fervor popular y el aplauso de sus gobiernos.

El 16 de septiembre de 1960 se anuncia el enlace. La llamada “Operación Fabiola”, hasta entonces una desconocida más allá de su reducido círculo social. Revistas y folletines se hicieron eco de esta romántica historia: “Fabiola: una española en el trono de los belgas”, “Balduino y Fabiola: un romance moderno de amor”.
Un rey que llevaba diez años en el trono, soltero, medio huérfano, algo tristón, en un momento en el que Bélgica perdía el Congo, la española venia a alegrar su vida y aliviar sus responsabilidades. España empezaba a abrirse al mundo tras duros años de autarquía, importando turistas y exportando mano de obra barata que servían en las casas o en las fabricas de Europa.
Desde España, se presentó a Fabiola como la española perfecta: de buena cuna, religiosa hasta la beatería, educadísima, correcta… «una mujer como Dios manda«. Pero la revista americana Times, la describía como: “una Cenicienta, una mujer joven atractiva, pero sin una belleza deslumbrante, la chica que no podía atrapar a un hombre”
Fabiola tenía 32 años, una edad que ya se consideraba que las mujeres de su época que no estaban casadas, se habían quedado para vestir santos, lo que, en su caso, era literal, pues había pensado meterse a monja. Se dedicaba a la caridad, la sociedad y la vida familiar, pertenecía a la aristocracia de la España del franquismo.
Su boda fue la primera boda real retransmitida en directo en televisión, y la primera retransmisión de TVE desde el extranjero. Llevaron el noviazgo en secreto, pero las visitas de la aristócrata española al taller de Cristóbal Balenciaga levantaron sospechas.

Efectivamente, Fabiola se convirtió en la primera reina en elegir a un diseñador reconocido a nivel internacional para vestirla el día de su boda. El vestido fue un secreto difícil de guardar, pero la firma lo cumplió con la máxima discreción.
¿y como fue aquel vestido de novia?
Con seis metros de cola rematada con piel de visón blanco níveo a sus espaldas. Para la confección se utilizaron 24 m de seda adquiridas en las Sederías Jorge Fábregas, en Barcelona. Con un diseño sencillo pero elegante, sobrio, atemporal, entallado hasta la cintura, con una amplia falda fruncida. La tira de visón bordeaba el escote y adornaba su cintura. Las encargadas de hacerlos fueron Felisa Irigoyen y las hermanas Carriches Urías, en un taller de Madrid, siguiendo el diseño de Balenciaga, después la reina Fabiola lo dono al Museo Balenciaga de Guetaria en el 2003.
