La década de 1860 marcó un período de cambios drásticos en Madrid, especialmente para sus iglesias. La Guerra de la Independencia y la posterior Desamortización habían dejado muchas parroquias en ruinas. Sin embargo, fue la revolución de La Gloriosa en 1868 la que trajo consigo la transformación más significativa de la ciudad.
Santa María de la Almudena, una iglesia con una rica historia que se remontaba a la época visigoda, se encontraba en el centro del debate sobre la modernización de Madrid. A pesar de haber perdido su prominencia en la vida religiosa y social de la Villa, su demolición fue un tema de controversia entre los historiadores y la población local.
La necesidad de ensanchar las calles de Bailén y Mayor llevó a la decisión de derribar Santa María de la Almudena. Se buscaba extender la calle Mayor y conectar Bailén con el Viaducto, un proyecto de construcción en ese momento. Aunque la iglesia era la más antigua de Madrid y tenía una conexión especial con la monarquía y las tradiciones religiosas, se consideró que su demolición era necesaria para el desarrollo urbano.
A pesar de la oposición del clero y la comunidad, el acuerdo para el derribo se firmó en octubre de 1868, y el 25 de ese mes se celebró la última misa en la iglesia. Dos días después, comenzó la demolición, que se extendió hasta mayo de 1869. Parte del patrimonio de la iglesia, como la verja de hierro y el techo de la capilla de los Monzones, fue donado al Museo Arqueológico Nacional.

El derribo de Santa María de la Almudena dejó un vacío en el corazón de la ciudad, pero también allanó el camino para la construcción de la ansiada Catedral de Madrid. La donación de los terrenos reales por parte de la corona permitió que se iniciara el proyecto, liderado por el arquitecto Francisco de Cubas, y finalmente consagrado en 1992 por el papa San Juan Pablo II.
Años más tarde, durante las mejoras y restauraciones en la calle Mayor, se descubrieron parte de los cimientos de la antigua iglesia de Santa María, recordando su importancia en la historia de Madrid.
El legado de Santa María de la Almudena perdura en la memoria de la ciudad, recordando una era de cambio y transformación que dio forma al Madrid moderno.
