El 13 de septiembre de 1939 regresan al Museo del Prado desde la Estación del Norte, un gran nº de obras de arte que habian sido puestas a buen recaudo en el extranjero durante la Guerra Civil. Una operación de salvamento que fue impulsada por el gobierno republicano y tras el estallido de la II Guerra Mundial, los grandes museos de Europa imitaron.
Obras tan emblemáticas como las Majas de Goya, las Meninas de Velázquez y otro medio millar de creaciones claves de la historia de la pintura, se vieron obligadas a un periplo desde Madrid, a Barcelona, Gerona y desde aqui a Ginebra, Suiza.

En palabras de don Manuel Azaña, «El Prado es más importante que la República y la Monarquía. Porque en el futuro podrá haber más repúblicas y monarquías en España, pero estas obras son insustituibles». Y al Presidente del Gobierno entre 1937-1939, Juan Negrín, le insistía: » Si estos cuadros desaparecieran o se averiasen, tendría usted que pegarse un tiro».

Una comitiva de técnicos dirigida por el pintor extremeño, Timoteo Pérez Rubio, a bordo de 36 camiones realizaron un accidentado viaje con las tropas franquistas pisándoles los talones. Obras como Los fusilamientos y La carga de los mamelucos de Goya, quedaron gravemente dañados.
La guerra llegaba a su fin, y con ella la incertidumbre de la comitiva sobre las obras de arte. ¿Cuál iba a ser el destino de todo este patrimonio?.
Por suerte, el pintor José María Sert, residente en Francia y con buenas relaciones en ambos bandos, organizó un comité internacional para que se hicieran cargo de las obras al otro lado de la frontera. Las obras se trasladaron a Francia y desde alli, a Ginebra, al Palacio de Naciones Unidas. El 1 de junio de 1939 se expusieron 174 obras maestras del Prado en el Museo de Historia y Arte de Ginebra. Unos meses despues, en septiembre, las obras de arte serían trasladadas en tren de nuevo a España.
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