Ahora que estamos sufriendo los estragos de la DANA, callejeartemadrid quiere recordar que el fin de verano siempre ha sido muy inestable en la capital y así nos lo recuerda el vendaval que sufrió Madrid, un 7 de septiembre de 1907. Fue en el entorno de la Plaza de Oriente. Parecía una típica tormenta, violenta, pero propia del verano; el cielo se oscureció y empezó a llover, no solo agua, sino también codornices ¿Cómo fue posible?
Algunos pensaron que había sido un castigo divino, una plaga bíblica. Sin embargo, para otros, fue un «regalo del cielo» recogiendo algunos miles de aves muertas que quedaron esparcidas por el suelo de la Plaza.
Según los meteorólogos, fue el choque de masas de aire frío procedentes del norte y masas cálidas del Mediterráneo, lo que generaron fuertes corrientes de aire, remolinos, tornados, arrastrando los cuerpos de las codornices, que tal vez iban en plena migración hacia África. Un fenómeno que se repitió en Bilbao un 24 de septiembre de 1906, cuando comenzó una lluvia de codornices que cayeron sobre las calles, el río, enredadas sobre los cables de telégrafos y teléfonos. Y lo mismo ocurrió en Valencia.
A lo largo de la Historia se han ido recopilando testimonios de lluvias de todo tipo de especies: en Estados Unidos llovieron ranas y serpientes, en Singapur peces, en Argentina arañas, en Australia cangrejos… y así decenas de casos constatados en la prensa de todas las épocas y geografías.