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EL TRIUNFO DE LA GRAN ADELINA PATTI. LUCIA LAMMERMORR, UN 23 DE DICIEMBRE DE 1880

Perderos por el Museo de Historia de Madrid, en el antiguo Hospicio de San Fernando y el Ave María, museo que reivindico y os animo a descubrir para conocer a fondo la historia de Madrid desde el siglo XVI al XIX. Allí os encontrareis con un precioso retrato de una dama vestida de verde oscuro, hermosa y cautivadora. Si te acercas a ella, la cartela la identifica como Adelina Patti.

Un precioso retrato cuyo autor es Raimundo de Madrazo, que nos muestra a esta cantante lírica en su plenitud. Sentada, de tres cuartos, con un ligero giro del cuerpo, luciendo un rico traje y sosteniendo un abanico en su mano derecha, un de fondo de gran sencillez, un simple cortinón rojo y una pared de color neutro con zócalo.

Adelina fue una de las sopranos más populares de su tiempo, hija de soprano, Caterina Chiesa Barilli, se encontraba en Madrid cantando la ópera Norma, y tuvo que interrumpir para dar a luz a su hija. «La Patti», como era conocida, debutó en el Teatro Real con la ópera de Bellini, «La sonnambula«. Se convirtió en una de las cantantes favoritas del teatro madrileño. Se retiró en 1909 y falleció en 1919.

Una de las muchas anécdotas de la soprano fue que en una ocasión cantó delante de su autor, Rossini, » una voce poco fa» y lo hizo con gran cantidad de adornos y agilidades. Rossini felicitó a la cantante y le dijo: » Excelente querida, pero díganos, ¿de quién es el aria que ha cantado?.

Patti debuto en 1863, con apenas 20 años. Cuando llegó la diva al Real, era ya una celebridad y cobraba 14.000 reales por función. Cuando la «Patti» cantaba, el empresario aprovechaba para subir los precios, incluso tuvo que intervenir el gobierno para impedir que abusara. Llegó a pagarse por una butaca 320 reales, cuando el precio oficial era de 30 reales.

Las crónicas de la época decían de ella: « su voz argentina y pura, suave y dulcísima a la par que brillante, así como la facultad de hacer juegos inverosímiles en las notas más altas de su escala, sin fatigarse ni rozar una sola nota, todo ello produjo, primero, la extrañeza de los inesperado grandioso, y después, el unánime y férvido aplauso».

La cantante tenia como pareja sentimental y en escena a Ernesto Nicolini, que tenia una voz estupenda pero como actor resultaba torpe, era una pareja artística muy desequilibrada, él sólo se esforzaba en sus momentos de lucimiento, en el resto de la ópera, cumplía sin más.

Pero en 1880, Adelina Patti volvió al Real con La Traviata, el Barbero de Sevilla y Lucia de Lammermoor. Seis funciones, dos representaciones de cada título, con un tenor diferente en cada ópera: Nicolini, Stagno y Julián Gayarre. Las funciones fueron enloquecedoras, se generó una reventa de escándalo.

Julián Gayarre, era tenor navarro, nacido en El Roncal un 1844, de breve vida, murió con tan solo 46 años, decían de él que era «un tenor serio, de timbre varonil, vibrante, hermosísimo, un verdadero huracán que arrastra cuanto encuentra a su paso».

Había debutado en el Teatro Real en 1877 con «La Favorita» de Donizetti, desde entonces, quedó vinculado a este teatro. Protagonizó la primera función de Lohnegrin, en la que se empleó luz eléctrica, y será su último escenario. El 31 de octubre de 1889, le falló la voz en «Los pescadores de perlas«, en el momento del aria «Mi par d’ udir ancora» y no pudo continuar. «Esto se acabó», dijo el tenor mientras abandonaba el escenario, y así fue, el 2 de enero de 1890, muere en Madrid,

El 23 de diciembre de ese año, Gayarre y La Patti cantaban Lucia de Lammermoor, fue recordad como «la gran noche». Gayarre cantaba esta ópera por primera vez, pidió dos ensayos a la soprano, que se los negó. En escena compitieron por ver quién destacaba más en escena. «La Patti no ha perdido nada de aquellas dotes realmente incomparables y unicas… su timbre de voz es tal… que es preciso oirlo. La agilidad de su garganta supera a la de los pájaros. La seguridad y el buen gusto, la práctica y la experiencia, hacen de ella un verdadero prodigio».

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