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El Legado de Paco: Una Estatua para el Perro Más Famoso de Madrid

En un rincón del pasado madrileño, surge la historia de un personaje singular que ha dejado una huella imborrable en la memoria colectiva de la ciudad: ¡el perro Paco! Su fama trascendió las calles de Madrid y ahora, finalmente, tiene su merecido homenaje en forma de estatua.

En el corazón del siglo XIX, los Cafés eran el epicentro de las tertulias y el intercambio de ideas. Entre estos lugares emblemáticos, destacaba el Café de Fornos en la calle Alcalá, punto de encuentro de literatos, artistas y ciudadanos que buscaban un espacio para debatir sobre política, cultura y sociedad. Entre los habituales de este café, se encontraba un personaje inusual: Paco, un perro que se ganó el cariño y el respeto de todos los que lo conocieron.

Paco, un mestizo negro con pecho blanco y pelo corto, se convirtió en una auténtica «celebridad» en la escena madrileña del siglo XIX. Su amor por la cultura y las artes lo llevaba a frecuentar el teatro, la ópera e incluso el hipódromo, pero su verdadera pasión eran los toros. Sin embargo, esta pasión también fue la causa de su trágico destino. En un fatídico día de junio de 1882, durante una corrida de toros, Paco saltó al ruedo para realizar sus acostumbradas piruetas entre cada toro. Lamentablemente, un novillero no apreció su presencia y, con un desafortunado movimiento, hirió de gravedad a nuestro querido perro Paco, quien falleció a consecuencia de las heridas.

A pesar de su trágico final, la memoria de Paco no se desvaneció fácilmente. Durante mucho tiempo se habló de erigir una estatua en su honor, pero el proyecto quedó olvidado en el trasiego de los años. Sin embargo, gracias al esfuerzo y la dedicación de la Asociación Nuevo Rastro de Madrid y la de Comerciantes del Barrio de las Letras, el sueño de rendir homenaje a Paco se hizo realidad.

El pasado 16 de enero, en medio de las celebraciones de San Antón, patrono de los animales, se inauguró la estatua de Paco en la calle Huertas 71, cerca del Paseo del Prado. El bronce cobra vida gracias al talento del artista Rodrigo Romero, quien capturó la esencia única de este perro castizo que fue amigo de literatos, artistas y personalidades de finales del siglo XIX.

Entre las patas de la estatua, se puede leer la siguiente dedicatoria: «Al perro Paco: perro castizo y único de la historia local de Madrid, amigo de literatos, artistas y personalidades de finales del siglo XIX». Este tributo no solo honra la memoria de Paco, sino que también celebra la relación especial que los madrileños tienen con sus fieles compañeros caninos.

La estatua de Paco no solo es un recordatorio de su legado, sino también un símbolo de aprecio hacia todos los perros que forman parte de nuestras vidas. Con este gesto, Madrid rinde homenaje a una parte importante de su historia y cultura, asegurándose de que la memoria de Paco perdure por generaciones venideras.

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