En el corazón del bullicioso barrio de Chueca en Madrid, se encuentra un lugar de paz y recogimiento: la Capilla Cachito de Cielo. Situada en la Travesía de Belén nº 1, esta capilla neogótica es un verdadero tesoro arquitectónico que cautiva a quienes la visitan.
Con una fachada discreta que no revela su belleza interior, al cruzar su umbral nos adentramos en un espacio sorprendente. La decoración del presbiterio, conocida como «Cachito de cielo» por los lugareños, es un despliegue escenográfico de estilo naif. Un cielo de yeso en tonos azules y blancos, adornado con angelotes, rodea la figura de Jesús, creando una atmósfera celestial única.

El origen de esta capilla se remonta a principios del siglo XX, en 1911, cuando la beata María Emilia Riquelme y Zayas, oriunda de Granada, logró persuadir a los propietarios de un palacete para que cedieran el espacio y así establecer un convento y una capilla. La beata, fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada, encontró en este lugar un refugio para su congregación.
La Capilla Cachito de Cielo se convirtió en un centro de devoción perpetua desde el 9 de diciembre de 2010, cuando el Arzobispo de Madrid, Rouco Varela, inauguró la adoración perpetua con una misa celebrada por 12 sacerdotes. Este lugar es una de las 56 sedes de adoración perpetua en España, donde el Santísimo Sacramento se expone en la custodia de manera ininterrumpida, acompañado siempre por fieles que se turnan para asegurar que nunca esté solo.
Además de su función religiosa, la Capilla Cachito de Cielo también realiza una labor social importante. Ofrecen desayunos diarios a los más necesitados, una iniciativa que ha crecido con el tiempo y que actualmente atiende a hasta 300 personas al día, siendo un oasis de ayuda en medio de la ciudad.
La historia y el compromiso de la Capilla Cachito de Cielo la convierten en un lugar único en Madrid, donde la fe, la solidaridad y la belleza se entrelazan para crear un espacio de esperanza y reflexión en pleno siglo XXI.

