Era una tradición medieval que los canteros que trabajaban en edificios civiles o religiosos, dejarán su huella en la piedra, dejando con su cincel marcas simbólicas. Era una forma de distinguir los trabajos de unos y otros cuando el trabajo se organizaba en gremios, pero con el tiempo esta costumbre se fue perdiendo.
Desde hace un tiempo, algunos arquitectos de Madrid quisieron recuperar esta tradición y comenzaron a grabar marcas tanto en edificios como en el pavimento, permitiéndonos realizar toda una ruta llena de curiosidades.
Desde el sol grabado en la Puerta del Sol en una losa de granito, dando la bienvenida a los que entran a las flechas de la diosa de los bosques, Diana, lanzadas hacia Endimion, pero que cayeron al suelo de la Gran Vía.
Hay marcas para recordar comercios o edificios emblemáticos desaparecidos, como cafés, botillerías. Cruces para recordar la presencia de iglesias y conventos, como la de la orden de Calatrava o galápagos donde estuvo la fuente original de Ventura Rodríguez en la calle Hortaleza. A veces son tan curiosos como un ramillete de espigas, para recordarnos el pasado agrícola de Madrid, de ahí los nombres de muchas de sus calles y plazas: plaza de la Cebada, calles de el almendro, la lechuga, la fresa, la granada, el olivo….
Uno de los mas simpáticos es el relieve de un gato estirándose en la calle Augusto Figueroa, 16. Después de todo, a los madrileños se nos llama «gatos».

rutas callejeras en busca de las huellas de canteros.