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Cuando la Plaza Santa Ana Provocó el Enfado de los Cerveceros del Barrio de las Letras

La Plaza de Santa Ana, situada en el corazón del Barrio de las Letras de Madrid, ha sido testigo de numerosas transformaciones a lo largo de los siglos. Este espacio, que hoy conocemos por su vibrante vida nocturna y su importancia cultural, fue originalmente el sitio del convento de Santa Ana de Carmelitas Descalzas. Fundado por San Juan de la Cruz en 1582, el convento fue demolido en 1810 durante el reinado de José I, conocido popularmente como «Pepe Plazuelas».

Historia y Evolución de la Plaza

En la plaza de Santa Ana se encontraban los primeros corrales de comedia, como el de «La Pacheca» y el del «Príncipe». A solo unos pasos de la plaza, se encontraba el Corral de la Cruz, un lugar donde grandes escritores y dramaturgos como Calderón de la Barca, Lope de Vega, Cervantes, Lope de Rueda y Góngora estrenaron sus obras. Esta área siempre ha sido una zona bohemia, frecuentada por pintores, actores, dibujantes y anticuarios. Hoy en día, el Teatro Español se erige como un testimonio de este rico legado cultural.

Desde 1810, la plaza de Santa Ana ha experimentado numerosos procesos de urbanización que han transformado su aspecto con el paso del tiempo. En 1860, fue renombrada Plaza de Príncipe Alfonso, en honor al hijo de Isabel II. Ocho años después, recibió el nombre de Plaza del Vicealmirante Topete. En 1900, la plaza albergaba un mercadillo ornitológico y, para el alcalde Mariano de Cavia, era conocida como la Plaza de la Cerveza. Finalmente, en 1933, durante la Segunda República, se le dio el nombre actual que conocemos hoy.

La Reforma de 1925 y el Enfado de los Cerveceros

En 1925, la plaza de Santa Ana se convirtió en la primera plaza peatonal de Madrid gracias a las reformas llevadas a cabo por el jardinero mayor de la Villa, Cecilio Rodríguez. Su estilo, caracterizado por la limpieza y el orden, creó un conjunto tan académico como impopular y carente de romanticismo. Los madrileños no quedaron satisfechos con el resultado y, especialmente, los bares, tascas y cervecerías que se quedaron sin terrazas durante 25 años.

La plaza, que antes de la reforma estaba inundada de veladores de cerveceros, se convirtió en un punto de conflicto entre los vecinos y los comerciantes. Los residentes protestaban por recuperar la plaza libre de las ocupaciones de los veladores, lo que llevó a la decisión de arrancar muchos árboles. El alcalde, el conde de Vallellano, justificó la tala argumentando que los árboles estaban enfermos. Sin embargo, esta medida no fue bien recibida por los cerveceros, quienes formaron una comisión para protestar ante el alcalde. Vallellano se mantuvo firme y declaró que la única solución para que se permitieran veladores sería su dimisión.

Una fotografía de la revista Nuevo Mundo muestra cómo quedó la plaza tras la reforma. En primer plano, se puede ver la antigua Fuente del Cisne, también conocida como «la gallina emplomada», rodeada de árboles, nuevos bancos y mucho público infantil. Finalmente, se plantaron 162 plátanos y castaños, así como 1200 aligustres, dando a la plaza un aspecto de patio sevillano. Sin embargo, se olvidaron del alumbrado público, lo que dejaba la plaza en penumbra por la noche. Una vez solucionado el problema de la iluminación, la plaza más diáfana, con bancos decorados con azulejos, quedó inaugurada en julio de 1925.

La Plaza Santa Ana en la Actualidad

La plaza de Santa Ana que conocemos hoy no se parece mucho a la de 1925. Ha sido objeto de varias reformas a lo largo de los años, incluyendo la construcción de un aparcamiento subterráneo, puesto en servicio en 1968. Estas modificaciones han adaptado la plaza a las necesidades cambiantes de la ciudad, manteniendo su relevancia como un punto neurálgico del Barrio de las Letras.

Hoy en día, la plaza es un lugar vibrante lleno de vida, donde turistas y residentes se mezclan en los numerosos bares y restaurantes que la rodean. Es un punto de encuentro cultural, donde se celebran eventos y actividades que reflejan la rica historia y el espíritu bohemio del barrio.

Reflexiones Finales

La historia de la plaza de Santa Ana es un reflejo de los cambios sociales y urbanos que ha experimentado Madrid a lo largo de los siglos. Desde su origen como sitio de un convento, pasando por su transformación en un centro cultural y comercial, hasta convertirse en el vibrante espacio público que es hoy, la plaza ha sido testigo de los vaivenes de la historia madrileña.

La reforma de 1925, aunque impopular en su momento, marcó un hito en la evolución de la plaza. Los cerveceros del Barrio de las Letras, con su protesta, resaltaron la importancia de este espacio público para la comunidad local. Hoy, la plaza de Santa Ana sigue siendo un símbolo de la identidad madrileña, un lugar donde la historia y la modernidad se entrelazan en un entorno lleno de vida y cultura.

La Plaza de Santa Ana es un ejemplo perfecto de cómo los espacios urbanos pueden evolucionar y adaptarse a las necesidades de la sociedad, manteniendo su esencia y relevancia a lo largo del tiempo. Su rica historia y su constante transformación son testimonio del dinamismo y la resiliencia de Madrid y sus habitantes.

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