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LA ELEFANTA PIZARRO

A parte de los Mamuts encontrados en la ribera del Manzanares y que podeis visitar sus restos en el Museo de los Orígenes de Madrid ( Palacio del conde de Perales, Casa de Iván de Vargas, Museo de San Isidro), algunos de sus descendientes fueron enviados como regalos a la Corte en época de Felipe II procedentes de Filipinas.

Pero será en los años 60 del sigo XIX, cuando hay que traer a la memoria a la elefanta «Pizarro», muy popular en los cosos taurinos, con un espectáculo en el que se enfrentaba a varios toros bravos.

Pero vamos a acercarnos al primer Parque de atracciones que tuvo Madrid, los Campos Elíseos, nombre bien francés, junto al Retiro, entre las calles Alcalá, Goya, Velázquez y Castelló, que contrató los servicios de Pizarro.

De los Campos Elíseos hablan en sus crónicas, Pérez Galdós, Pardo Bazán, Clarín, Gómez de la Serna, entre otros, como una nueva forma de ocio. Pues allí se esperaba a la elefanta que se enfrentará en lucha sin cuartel ante el vociferante público que buscaba diversión. Pero Pizarro no estuvo por la labor, y se negó a luchar, así que la función fue un desastre.

Los dueños, por sacarle provecho le enseñaron a descorchar botellas y a beberse el contenido, provocando las risas de los espectadores. Se hizo alcohólica, y el día que no recibió su ración, se escapó, se fue a una bodega y se agarró una «trompa monumental», siguió su camino por la antigua carretera de Aragón, y cuando llegó a la tahona de San José, se comió todos los panes.

El pan caliente no le sentó bien, y tuvo fuertes dolores de barriga. Viendo los dueños que no hacían carrera de la elefanta, la regalaron a la Casa de Fieras del Retiro. Allí vivió tres años más, muriendo en 1873. Curiosamente los siguientes elefantes y elefantas del Retiro se siguieron llamando «Pizarro», excepto una que se llamo Julia y otro Perico.

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Un pensamiento en “LA ELEFANTA PIZARRO

  1. La elefanta «Perico», que fue la que yo conocí desde aprox. 1953, era un animal dócil y muy inteligente que sabía contar al menos hasta diez y reconocer y diferenciar algunas de las monedas en uso. Me explico: junto a su cuidador y cuando los chavales nos acercábamos a visitarla, le dábamos alguna moneda que recogía directamente de nuestra mano con su trompa. Por cada 10 céntimos de peseta que recibía y que al momento entregaba al cuidador, ella sabía que a cambio debía recibir de este, un mendrugo de pan. Por una moneda de dos reales (cincuenta céntimos) 5 mendrugos y por una moneda de peseta, diez. Lo interesante era que tras recibir la consabida moneda que ella reconocía y cedía al vigilante, a medida que recibía los consabidos 5 o 10 mendrugos de manos de este, ella (y todos los niños mentalmente) íbamos contando el número. De forma que al llegar a 7 u 8 por ejemplo, el encargado paraba como si ya hubiera terminado. Entonces la elefanta le exhortaba suavemente con la trompa a que le diera el resto, incidiendo hasta cumplir con el número exacto y determinado. Muy inteligente, querido y entrañable animal con todos los niños que los domingos nos acercábamos al encuentro.

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