Efemérides

La Falda-Pantalón y el Tumulto que Provocó: Madrid 1911

La falda-pantalón nació en una sociedad que no aceptaba la masculinidad en los ropajes femeninos y terminó siendo acusada de precisamente eso. En 1911, la expansión de esta prenda en España causó polémica y episodios de violencia.

A las mujeres se les exigía preservar su feminidad hasta límites absurdos. No podían montar a caballo a horcajadas, debían hacerlo de lado, mantener siempre la espalda recta y, por supuesto, nunca vestir pantalones. Sin embargo, a principios del siglo XX, llegó una revolución desde Inglaterra: la falda-pantalón, con el tiro en las rodillas o en los tobillos, facilitaba montar a caballo. Carmen de Burgos explicaba en el Heraldo de Madrid en 1907: «Consiste en una falda corta y plegada, partida en dos partes, que se abrocha para formar un pantalón ancho o para quedar en la forma ordinaria de nuestros vestidos».

La prenda no había sido polémica en Inglaterra ni en Francia, donde ya tenían bastante con las sufragistas y sus manifestaciones. Pero cuando la falda-pantalón se impuso en las calles de España, lejos de los caballos, estalló el escándalo.

Curiosamente, Carmen de Burgos, quien había alabado la falda-pantalón años atrás, en febrero de 1911, no tuvo piedad en la revista «Por esos mundos». Colombine, como era conocida en el mundo periodístico, comentó: «Pobres de nosotras, las mujeres modernas, que hemos de correr por oficinas y almacenes, estamos condenadas al pantalón hombruno, desprovisto de gracia, contrario a la estética… Creo que la Humanidad será tanto más perfecta cuando las mujeres sean más mujeres y los hombres más hombres, hasta en el traje».

En las semanas siguientes, volaron piedras y los intelectuales discutieron sobre la nueva prenda. Muchas mujeres sufrieron las consecuencias de querer ser más libres. En Madrid, en la Puerta del Sol, grupos de partidarios de la moral pública esperaban para insultar a las mujeres que llevaban la falda-pantalón. Las autoridades madrileñas decidieron poner guardias de refuerzo para preservar su seguridad.

Curiosamente, en lugar de amedrentarse, las mujeres siguieron llevando los flamantes bombachos y los modistos recibieron más encargos que nunca. La situación continuó siendo conflictiva; ahora no sólo se insultaba a las que llevaban falda-pantalón, sino también a las que llevaban faldas tipo tubo. «Nunca las comisarías estuvieron tan llenas de señoritas, que continuaban con ganas de alborotar al día siguiente».

A pesar de las críticas de conocidas modistas como Ángela Leblanc, que la consideró una monstruosidad, y de figuras como la actriz María Guerrero o Irene Alba, la abuela de los hermanos Gutiérrez Caba, quienes decían que era «un aborto del arte de vestir», la opinión de la calle fue más entusiasta a favor de la prenda.

Como todas las modas, la falda-pantalón también pasó al olvido muy pronto. Los últimos coletazos de la polémica se dieron en verano de 1911, y en 1912 la extraña prenda ya sólo se recuperaba para los desfiles de carnaval. Pero aquella moda representó algo más: durante unos meses, muchas mujeres se atrevieron a desafiar a la sociedad públicamente, a pesar de los palos, las pedradas y las humillaciones.

Deja un comentario