Este año celebramos el primer centenario del nacimiento de Luis García Berlanga, y en Callejearte Madrid comenzamos una nueva ruta, el Madrid de Berlanga. Es de rigor y derecho hablar por tanto de uno de los grandes precedentes del mundo berlanguiano, la literatura, el cine y el teatro de Edgard Neville, con su humor inteligente, su punto de esperpento y absurdo.
Edgard Neville, fue un soplo fresco en el panorama intelectual de los años 30 y 40 del siglo XX, junto a Ramón Gómez de la Serna, Mihura, Jardiel Poncela, Tono, que pusieron las bases de un teatro y un cine ya camino a la modernidad. Nació el 28 de diciembre de 1899 en Madrid. Su padre era ingeniero, quien se ocupaba de la empresa paterna de motores afincada en Liverpool, y su madre, era hija del Conde de Romrée y de la condesa de Berlanga de Duero, titulo que heredó el escritor.
Estudió derecho en la Universidad Central, posteriormente ingresó en la carrera diplomática, e inició una carrera literaria con sus crónicas de la guerra de Marruecos, 1921, colaborador del Blanco y Negro, Nuevo Mundo… Publicó novelas como Eva y Adán, Don Clorato de Potasa , donde ya muestra el carácter humorístico que tendrá toda su obra.
En 1929 viajó a Estados Unidos, como cónsul de España en Los Ángeles y entró en contacto con el mundo del cine que comenzaba su conversión al sonoro, recibiendo varios encargos de escribir versiones españolas de filmes de Hollywood. Conoció las técnicas y recursos de rodaje de la Metro Goldwyn Mayer, y tuvo amistad con divos de la talla de Charles Chaplin, Lauren y Hardy.
Edgar Neville, perteneciente de la “otra Generación del 27”, con Mihura, Jardiel Poncela, Álvaro de la Iglesia, todos ellos intelectuales falangistas, brilló con luz propia con su carácter irónico y socarrón, con pretensiones de captar el costumbrismo madrileño, siempre defendiendo a las clases humildes y ridiculizando a la nobleza y la alta burguesía. Frente a las producciones de talante propagandístico o folclórico, plagadas de cierto mal gusto estético y doctrinal, las películas de Neville desprendieron un soplo de aire fresco gracias a su buena técnica y a unas tramas muy entretenidas.
En obras como El Crimen de la Calle Bordadores, inspirado en un hecho real, el crimen de la calle Fuencarral, que ocurrió en 1888, Un vodevil con tintes de tramas policiacos, Neville muestra su gusto por los actores de rostro extravagante, de verborrea castiza, su querencia por querer reflejar la cultura popular, su guasa para burlarse de situaciones que no eran del gusto de la censura franquista, y por tanto un claro precedente de Luis García Berlanga.
¿Te animas a recorrer con nosotros el mundo berlanguiano así como sus precedentes?