Tras la exposición temporal «Pasiones Mitológicas» que se clausuró en julio de 2021 en el Museo del Prado, una de las obras expuestas fue la conocida como «Las Hilanderas» (1657). Tras el incendio del Alcázar Real en 1734, a «Las Hilanderas» se le añadieron tiras de lienzo en los bordes y se pintó una continuación de la escena por motivos decorativos.
Sin embargo, la obra de Velázquez ha vuelto a las salas del museo con un nuevo montaje que oculta los añadidos del siglo XVIII, permitiendo contemplar y disfrutar de la obra tal como la concibió el maestro. ¿Y qué es lo que Velázquez quería contar realmente?
En el primer plano, aparece un grupo de hilanderas en el taller de la madrileña calle de Santa Isabel, trabajando arduamente. En el fondo, tres damas contemplan tapices, y hay dos personajes más que parecen formar parte del tapiz, uno de ellos con un yelmo de guerra. A primera vista, parece una escena de género, un tema costumbrista. ¿Pero es tan sencillo el tema?
Los expertos se resistían a creerlo, y no había ningún documento de la época que hablase de esta obra, de su verdadero título o de las intenciones del pintor sevillano. Finalmente, en 1948, la investigadora María Luisa Caturla halló en un inventario de los bienes de Pedro del Arce, aposentador y montero de Felipe IV, para quien Velázquez pintó la obra, que su nombre original era «La Fábula de Aracné». Así, se pudo desentrañar la trama y revelar una de las obras más inteligentes jamás realizadas.
Todo comenzó en Madrid en 1628, donde dos genios de la pintura trabajaban en el mismo taller. Uno era muy joven, de 29 años, pero ya era el pintor oficial de Felipe IV. El otro tenía 51 años, era famoso en toda Europa y había venido a Madrid de visita como diplomático. Aprovechó para copiar las obras de los grandes maestros que le interesaban del Alcázar Real de Madrid, entre ellas «El Rapto de Europa» de Tiziano, el pintor favorito del emperador Carlos V y de su hijo, el rey Felipe II, que formaba parte de las «Poesías» encargadas al veneciano.
En la obra de Velázquez, además de lo ya descrito, se encuentran al fondo, detrás de las espectadoras anónimas, dos figuras que resultan ser la diosa Minerva y la mortal Aracné, pertenecientes al relato de «Las Metamorfosis» de Ovidio. Ficción y realidad de la mano, pero hay mucho más.
Los pintores imitaban a otros con el fin de aprender y de superarles. Velázquez dio una lección de historia de la pintura de manera magistral y sutil al copiar a Rubens, quien a su vez había copiado a Tiziano. Solo quien conozca las dos obras de los pintores mencionados, entiende la referencia.
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