Las cuatro fuentecillas del Prado se encuentran ubicadas en una de las zonas históricas del Madrid Borbónico. Fueron diseñadas por el arquitecto de Ciempozuelos, Buenaventura Rodríguez, en el último tercio del XVIII, 1782. Formaron parte del proyecto urbanístico del llamado Salón del Prado, una zona moderna de paseo, con jardines, fuentes, bancos, y flanqueado por edificios notorios dedicados a la ciencia: Gabinete de Historia Natural, Real Jardín Botánico, Hospital de San Carlos y el Observatorio Astronómico, ya en el Cerrillo de San Blas.
Labradas por varios escultores, entre ellos los más destacados, Roberto Michel, Francisco Gutiérrez, Alfonso Giraldo Bergaz, se colocaron en primera instancia en una glorieta. Las cuatro de apariencia similar, están construidas en piedra caliza, de la misma altura, con pilón circular, columna central decorada con hojas de acanto y cabezas de oso, taza circular y en su centro, remate de tritón o nereida sosteniendo un delfín que resulta ser el surtidor.
El aumento de circulación de coches provocó que ensancharan carriles provocando la desaparición de la glorieta donde se encontraban e hizo que el conjunto escultórico tal y como se había proyectado se fuese separando cada vez más.
Con el paso del tiempo, la contaminación, el agua, las heladas y la nieve han hecho que estas fuentes pierdan su calidad y las fisuras provocadas sean irreparables. En 1996, los grupos escultóricos originales fueron sustituidos por réplicas en resina epoxídica. Actualmente se exhiben en el Museo de los Orígenes, conocido como el Museo de San Isidro.

Al ser retiradas las piezas originales se procedió también a la eliminación del pavimento de adoquín que había en el tramo de los carriles del Paseo del Prado situado entre ellas, y que era objeto de continuas quejas por parte de los conductores, implantándose en su lugar un pavimento asfáltico.