Un 16 de enero de 1716, el rey Felipe V, a un año y tres meses de terminar la Guerra de Sucesión de España, promulgó un decreto de Nueva Planta, esta vez para Cataluña. En plena guerra, en 1707, ya había abolido los «Furs» e instituciones del Reino de Valencia y de Aragón, que pasaron a ser simples provincias bajo las «Leyes de Castilla». La batalla de Almansa fue decisiva, el militar leal al monarca francés, James Fitz-James, fue nombrado duque de Liria y de Jérica.

Ahora le tocaba el turno al Principado. Nada más producirse la capitulación de la ciudad de Barcelona, el 12 de septiembre de 1714, se crearon las nuevas instituciones de inspiración castellana que iban a sustituir a las propias del Principado. De esta forma, se imponía el castigo decretado por Felipe V por haber apoyado Cataluña en 1705, como el reto de estados de la Corona de Aragón, por el Archiduque Carlos, que había sido proclamado como su soberano, con el título de Carlos III de España. Así, el Principado dejó de existir como estado de la monarquía hispánica, convirtiéndose en una provincia del «Reino de España».
Una de las medidas represivas adoptadas por las autoridades borbónicas fue la prohibición de llevar y guardar armas, ni siquiera simples cuchillos. Los de cocina tenían que estar encadenados a una mesa, a pesar de las protestas de pueblos y monasterios que reclamaban un medio para defenderse de los lobos que llegaban a la misma puerta de Barcelona. El desarme general fue una profunda humillación; el derecho de llevar armas, como el del «hereu», era el equivalente catalán a la universal «hidalguía». Esta supresión simbolizó una falta de respeto a las libertades individuales.
El Decreto de Nueva Planta fue elaborado por el jurista catalán y felipista, Francesc Ametller, quien se opuso a que se igualaran todas las leyes a las de Castilla, porque sería una gran confusión. El intendente José Patiño se tomó su tiempo para redactarlo de forma minuciosa. El objetivo del Decreto era que la autoridad real quedara por encima de la ley, y que la monarquía recuperara la potestad de dispensar gracias y oficios, así como la de tributar a sus vasallos.
Unos versos anónimos sirven de muestra del sentimiento generalizado de abatimiento que provocó en Cataluña la Nueva Planta.
Unas esperadas paces
unos humos de narices
nos hicieron infelices,
sólo falta a nuestra queja
una Planta que nos deja
sin muebles y sin raíces.
