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La Leyenda del Búcaro de la Infanta Margarita

Hoy nos adentraremos en una de las curiosidades del famoso cuadro de Velázquez, La Familia de Felipe IV, más conocido como Las Meninas. Este título portugués hace referencia a las damas jóvenes que atendían a las infantas de la Casa Real, precisamente las que acompañan a la infanta Margarita, quien en ese momento tenía cinco años.

Una de estas damas, doña María Agustina Sarmiento, le ofrece en una salvilla de plata un búcaro de barro. Este objeto humilde se convierte casi en el centro de atención del retrato familiar. La palabra búcaro, de origen latino (butticula), significa tonelito. Es un recipiente habitualmente de boca y cuello angostos, vientre globular, fabricado en barro muy fino y poroso, de arcilla roja intensa que se importaba de Portugal. El búcaro, al igual que el botijo o pimporro y la alcarraza, suelen ser motivo de bodegones de cacharros, como los de Zurbarán, y su finalidad es mantener el agua fresca.

En el cuadro de Velázquez, la infanta alarga su mano para coger el búcaro de barro que le ofrecen. El momento se congela, el pintor se hace eco de una costumbre de las damas del Siglo de Oro: la bucarofagia.

En aquella época, las damas se sometían a los cánones de belleza imperantes, y estaba de moda la blancura de la piel. Para conseguirla, uno de los métodos era masticar estos recipientes de barro que producían anemia o clorosis. Este hábito provocaba una «opilación» que bloqueaba los conductos biliares, por lo que a veces el color blanco perseguido se convertía en un tono ambarino enfermizo.

Parece ser que comer barro producía efectos narcóticos y alucinógenos. Además, hacía desaparecer el flujo menstrual y, por lo tanto, se convertía en un anticonceptivo, lo que provocaba furiosos sermones de la Iglesia contra las mujeres que tenían tal costumbre. Los confesores solían imponer como penitencia varios días sin probar el barro.

La obstrucción intestinal se combatía con aguas ferruginosas, como las de la Fuente del Acero, al otro lado del Puente de Segovia. En una de las comedias de Lope de Vega, El acero de Madrid, se menciona este tema:

«Niña de color quebrado,
o tienes amores
o comes barro.»

Así pues, el búcaro de la infanta era la dosis prescrita: «un búcaro al día». Tras beber agua fresca, lo masticaría en pequeños trozos como una golosina.

Se dice que la infanta Margarita sufría de una pubertad precoz, conocida como el «síndrome de Albright», que provoca una muerte temprana. La infanta falleció a los 22 años, después de cuatro partos. Este síndrome se caracteriza por una talla corta, bocio y hemorragias menstruales anormales. La ingesta de barro podría haber sido un medio para evitar estos síntomas. Otra causa podría ser el deseo de tener una piel más blanca. Un entremés del siglo XVIII titulado Los gustos de las mujeres decía:

“Yo señor, gusto del barro
que me agrada ver que suena mascadito,
poco a poco, en los dientes y en las muelas.»

La práctica de la bucarofagia era tan extendida que incluso Cervantes la menciona en sus obras. En La ilustre fregona, se menciona cómo una dama de la nobleza consume barro para mantener su palidez, lo que subraya la popularidad de esta extraña práctica entre las mujeres de la alta sociedad.

La ingesta de barro también tenía implicaciones médicas. Aunque hoy en día la idea de comer barro nos resulte extraña y poco saludable, en el Siglo de Oro se creía que tenía propiedades beneficiosas. Se pensaba que podía purificar el cuerpo y eliminar toxinas, una creencia que se ha encontrado en diversas culturas a lo largo de la historia. Sin embargo, los efectos negativos, como la anemia y la obstrucción intestinal, eran evidentes, lo que llevó a muchos médicos de la época a desaconsejar esta práctica.

La imagen de la infanta Margarita con el búcaro en Las Meninas no solo captura un momento íntimo en la vida de la realeza, sino que también refleja las prácticas y creencias de su tiempo. La atención al detalle de Velázquez nos permite vislumbrar aspectos de la vida cotidiana que de otro modo podrían haber sido olvidados.

La tradición de los búcaros también influenció la literatura y la cultura popular de la época. Los poetas y escritores no solo mencionaban esta práctica, sino que a menudo la satirizaban, criticando los extremos a los que llegaban las mujeres para cumplir con los estándares de belleza.

Además, la práctica de la bucarofagia estaba relacionada con la percepción del estatus social. Las damas que podían permitirse consumir estos caros búcaros de barro rojo demostraban su riqueza y posición en la sociedad. Este acto se convirtió en un símbolo de la nobleza y la aristocracia, destacando aún más la brecha entre las clases sociales de la época.

La muerte prematura de la infanta Margarita, a los 22 años, subraya las trágicas consecuencias que estas prácticas de belleza podían tener. Aunque las causas exactas de su muerte no se conocen con certeza, la combinación de su salud delicada y los métodos extremos a los que recurrieron para mantener su apariencia podrían haber contribuido a su temprano fallecimiento.

Hoy en día, la figura de la infanta Margarita y el búcaro en Las Meninas siguen fascinando a historiadores del arte y a entusiastas de la historia. La pintura no solo es una obra maestra por su técnica y composición, sino también por las historias y detalles que contiene, proporcionando una ventana a la vida y las costumbres de la corte española del siglo XVII.

En conclusión, la leyenda del búcaro de la infanta Margarita es un testimonio de las curiosas prácticas de belleza de la época y de cómo estas han sido inmortalizadas en una de las pinturas más icónicas de la historia del arte. A través de la atención al detalle de Velázquez, podemos explorar las creencias y costumbres del Siglo de Oro, comprendiendo mejor las complejidades de la vida en la corte española.

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