«Los Rojos No Usaban Sombrero»: Un Anuncio Genial y Eficaz
Durante la República, además de las famosas “flappers” con pelo a lo garçon y faldas cortas que borraban las siluetas de la feminidad, surgió otro fenómeno: el “sinsombrerismo”. Las mujeres decidieron no llevar sombrero y, en cambio, lucir el pelo corto, rechazando las largas melenas que interpretaban como un signo de sometimiento al hombre. El pelo corto se asimiló al feminismo, pero también a la cultura de izquierdas y al anarquismo, mientras que el sombrero se veía como un elemento burgués.
En una ocasión, grandes celebridades y artistas como Maruja Mallo, Dalí, Lorca y Margarita Manso se quitaron el sombrero en la Puerta del Sol y, como consecuencia, recibieron un terrible apedreamiento al grito de “maricones”, ya que despojarse del sombrero se interpretaba como una manifestación del tercer sexo. El rechazo al viejo mundo y las pretensiones anarquistas impulsaron una verdadera revolución social, rechazando el sombrero con más fuerza.
Siguiendo la misma ideología, un día el periódico comunista «Mundo Obrero» publicó un artículo que afirmaba que usar sombrero era cosa de fascistas. El sombrero no volvió hasta el final de la guerra, y grandes comerciantes aprovecharon la oportunidad para utilizar connotaciones sociales y políticas a su favor. Por ejemplo, el dueño de la «Sombrerería Brave», en la calle Montera nº 6, cerca de la Puerta del Sol, ideó un eslogan rotundo en el verano de 1939: “Los rojos no usaban sombrero”. Con esta afirmación, animaba a los varones a comprar una prenda que los distinguiera de “los rojos”, término despectivo con el que los franquistas se referían a los vencidos, contraponiéndose a las modas republicanas.
En una España dominada por el fascismo, donde no llevar sombrero era sospechoso, la tienda Brave apostó fuerte y la venta de sombreros se disparó. El dueño de la tienda hacía suyas las palabras del antropólogo Julio Camba, quien decía en un artículo del Diario Ya: “Sombreros en Madrid”.
Utilizar propaganda y publicidad para transmitir ideas políticas es una constante en los sistemas totalitarios. Así como la República consideraba el sombrero un elemento burgués, el fascismo también enviaba mensajes sutiles y directos a través de carteles que reflejaban la mentalidad socioeconómica y cultural del régimen franquista. Los mensajes de la publicidad eran lemas propagandísticos de la dictadura.
El ejemplo de la Sombrerería Brave es uno de tantos. Los anunciantes asumieron las proclamas y símbolos del franquismo. Curiosamente, aunque hubo censura en las artes, en la publicidad hubo algo más de libertad porque se consideraba un arte menor y los censores prestaban menos atención a su trabajo. La publicidad impulsaba el catolicismo, el patriotismo, y la idea de una mujer cuyo objetivo era casarse pronto y bien, o aprender corte y confección como solución a su vida laboral.
A su vez, las diferencias sociales tampoco pasaban desapercibidas en los carteles, donde a los pobres se les animaba a comer y a consumir alcohol, y a los ricos a adelgazar y comprar coches “Chrysler”.
Con estas grandes anécdotas en el arte de la propaganda y el fenómeno del «sinsombrero», Callejearte Madrid, siempre interesado en las tradiciones y curiosidades de la historia, os recomienda leer el libro «Madrid en la posguerra» de Pedro Montoliu Camps.
