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El órgano del Teatro Lírico en la iglesia de Santa Cruz

El pasado sábado 8 de noviembre, Callejeartemadrid tuvo el privilegio de asistir al primer concierto de órgano en la iglesia de Santa Cruz, un templo que durante siglos ostentó la torre más alta de Madrid. El evento, enmarcado dentro del I Ciclo de Órgano de Santa Cecilia, continuará los sábados 15 y 22 de este mes a las 18:00 horas, bajo la dirección de Víctor Perea García, organista titular desde febrero de 2024.
La protagonista de esta inauguración fue la organista palentina Ana Aguado, quien ofreció un delicado repertorio romántico del siglo XIX, lleno de matices y emoción.

Pero más allá del concierto, el verdadero protagonista fue el instrumento, una joya centenaria con una historia fascinante.

Un órgano nacido para el teatro

El órgano de la iglesia de Santa Cruz fue construido hacia 1901 por la prestigiosa casa organera Cavaillé-Coll/Mutin, inscribiéndose en el estilo del llamado órgano romántico francés. Su historia comienza lejos del ámbito religioso, pues fue encargado por el empresario vasco Luciano Berriatúa, promotor del Teatro Lírico de Madrid, siguiendo las recomendaciones del compositor Ruperto Chapí, entonces director artístico del coliseo.

El propósito era ambicioso: dotar a la capital de una gran compañía de ópera nacional española. Sin embargo, el sueño duró poco. El proyecto del Teatro Lírico fracasó tras unos pocos años de actividad, y Chapí, consciente del valor del instrumento, buscó para él un nuevo destino digno de su grandeza.

De las candilejas al altar

Gracias a la gestión del propio Chapí, el órgano fue trasladado en 1907 a la recién inaugurada iglesia de Santa Cruz, sede de la Cofradía de Nuestra Señora de los Desamparados, patrona de Valencia y devoción personal del compositor.
La instalación corrió a cargo de Ricardo Rodríguez, y su llegada marcó un hito: se trataba del instrumento más moderno y expresivo de Madrid, capaz de interpretar toda la literatura organística europea con una potencia sin precedentes.

Durante décadas, fue cuidado y afinado por el organero Juan Melcher, que se encargó de su mantenimiento entre 1925 y 1936. Sin embargo, la historia del órgano no estuvo exenta de sobresaltos.

Transformaciones y rescate

En 1976, el taller Orgamusik de Madrid acometió una profunda intervención: desmontó íntegramente el instrumento, sustituyó su sistema original mecánico-neumático por transmisión eléctrica, y dejó fuera de uso buena parte de su tubería original.
El órgano quedó casi desmantelado durante tres décadas, hasta que un grupo de músicos y la Comunidad de Madrid, a través de la Dirección General de Patrimonio Histórico, impulsaron su recuperación dentro del Plan de Restauración de Órganos Históricos.

Entre 2013 y 2014, el taller Carlos M. Álvarez Ramírez, Organeros, de Villel (Teruel), realizó una restauración total, devolviendo al instrumento su configuración original: tres teclados manuales de 56 notas, pedal de 30 notas, 29 registros sonoros y un total de 1.608 tubos. Su caja, estructura y sistema fueron reconstruidos, recuperando el esplendor romántico-sinfónico de sus orígenes. Hoy se alza imponente en la tribuna izquierda del templo, con voz renovada.

El Teatro Lírico: cuna y ruina del instrumento

El Teatro Lírico de Madrid, también conocido desde 1905 como Gran Teatro de Madrid, fue obra del arquitecto José Grases Riera. Inaugurado en 1902 en la calle del Marqués de la Ensenada, fue un espacio de elegancia modernista, con tres plantas —baja, entresuelo y principal— y un aforo de quinientas butacas.
Su promotor, Luciano Berriatúa, destinó más de 2.900 m² a un sueño: crear una casa estable para la ópera española.

Ese sueño se truncó en la madrugada del 30 de enero de 1920, cuando un incendio devastador, originado probablemente por una chispa de las calderas de calefacción, destruyó el teatro. Una mujer de la limpieza dio la voz de alarma al encontrar el vestíbulo lleno de humo.
Por fortuna, no hubo víctimas mortales, aunque los daños fueron totales. Solo las fachadas pudieron salvarse.

El inmueble fue posteriormente adaptado como edificio de viviendas y, más tarde, sede de diversas instituciones: el Ministerio de Trabajo, el Liceo Francés y, actualmente, el Consejo General del Poder Judicial.

Así, el órgano del Teatro Lírico es el último vestigio sonoro de aquel espacio perdido, una voz que sobrevivió al fuego para convertirse en símbolo de la permanencia del arte.

Un legado que vuelve a sonar

Hoy, más de un siglo después de su construcción, el órgano Cavaillé-Coll/Mutin de la iglesia de Santa Cruz vuelve a resonar con fuerza y emoción. Su restauración no solo ha devuelto a Madrid una joya del romanticismo musical, sino también la memoria viva de su historia cultural y artística.

Escuchar su voz es escuchar el eco del antiguo Teatro Lírico, la fe de una ciudad y el pulso del arte que nunca muere.

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