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EL ESCÁNDALO DE MADAME X

En 1884, John Singer Sargent (1856-1925), pintor norteamericano afincado en Europa, presentó en el Salón de París el Retrato de Mme., más conocido como Madame X. Muy pronto se descubrió la identidad de la modelo: Virginie Gautreau, una mujer célebre por su belleza y sensualidad.

La reacción del público fue inmediata y escandalosa. Consideraron el retrato “vulgar e indecente”, pues Madame Gautreau era señalada como adúltera, y en el lienzo aparecía con un escote profundo y la tira enjoyada de su vestido resbalando por el hombro desnudo. Un gesto de sensualidad que, en la rígida moral de la época, confirmaba su descrédito.

Sargent, temiendo por su reputación, decidió repintar la correa del vestido y, poco después, abandonó París. En 1886 se estableció en Londres, evitando los temas polémicos. Cuando en 1916 donó la obra al Museo Metropolitano de Nueva York, pidió que se mantuviera el enigmático título de Madame X.

Más allá del escándalo, la obra es un brillante estudio de pose y control, con un perfil clásico y un cuerpo sinuoso que recuerda a una diosa del Olimpo: desafiante y moderna a la vez. El vestido negro resalta la piel pálida y luminosa de la modelo, que parece brillar desde dentro. Apenas luce joyas, salvo una tiara de diamantes que evoca a Diana, la diosa cazadora y virgen, paradójico símbolo frente a la reputación de Gautreau.

Un detalle significativo es su oreja enrojecida, que rompe la frialdad de la palidez e insinúa emoción bajo el artificio. En la mesa donde apoya la mano, el pie tallado con sirenas refuerza la idea de la “femme fatale”, mito de atracción y perdición.

Sargent, formado en Francia pero también muy influido por su aprendizaje en Italia, conocía bien la mitología clásica. En el retrato contrapone a la casta Diana con las seductoras sirenas, creando una imagen ambigua y poderosa de Virginie Gautreau: pureza y tentación, atractivo y control.

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