Andrés Mellado, nacido en Málaga el mismo año en que la reina Isabel II contrajo matrimonio con su primo Francisco de Asís, fue uno de los políticos más destacados del periodo de la Restauración monárquica. Hombre de gran cultura, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, dominaba el lenguaje, los clásicos latinos y griegos, pero su verdadera vocación fue el periodismo, a través del cual se inició en la política.
De periodista a político
Tras la Revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, que destronó a Isabel II, comenzó su andadura como redactor en El Amigo del Pueblo, el primer periódico federal fundado en Madrid, desde donde defendió con pasión las ideas republicanas.
Muy joven se trasladó a Madrid, donde cursó estudios universitarios en la Universidad Central. Su trayectoria periodística continuó en La Igualdad, Diario Democrático Republicano, dirigido por Estanislao Figueras. Allí coincidió con autores como Salmerón y Emilio Castelar, hasta que surgieron tensiones entre republicanos federalistas y unitarios..
Durante el reinado de Amadeo I y la breve I República, Mellado mantuvo su activismo. Sin embargo, con la restauración borbónica y el regreso de Alfonso XII, moderó sus posiciones políticas. En 1875 se incorporó a El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset y Artime, uno de los periódicos más influyentes de la época.
En 1879 pasó a ser su director durante una década. Desde sus artículos mostró simpatía hacia el Partido de la Izquierda Dinástica del general Serrano, aunque terminó integrándose en el Partido Fusionista de Sagasta. En esos años participó activamente en el debate sobre el asociacionismo periodístico. En 1889 se impulsó el Sindicato de la Prensa Madrileña, donde Mellado formó parte de la comisión organizadora, aunque el proyecto fracasó por la división entre periódicos “serios” y “sensacionalistas”.
Alcalde de Madrid
En 1889 inició su trayectoria política activa. Fue nombrado alcalde de Madrid, sustituyendo a Alberto Bosch, quien había dimitido tras las denuncias de irregularidades formuladas por el propio Mellado. Su gestión, aunque breve, dejó un balance positivo: saneó las arcas municipales, reformó el servicio de incendios, organizó festejos que atrajeron visitantes y promovió la Fiesta del Árbol, en la que los escolares plantaban árboles en la Dehesa de Amaniel.
Una carrera en ascenso
Pese a su papel político, su verdadera vocación siguió siendo el periodismo. Publicó miles de artículos en España y América. Fue director de La Correspondencia de España, al que modernizó tras su fundación por Manuel María de Santa Ana. Desde 1891 colaboró también con el Diario de la Marina de La Habana y con el Diario Español de Buenos Aires.
Su prestigio le llevó a ocupar cargos de gran relevancia: en 1902 fue gobernador del Banco de España y en 1903 ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. Fue diputado por el Partido Liberal, con escaño en Puerto Rico, en cuatro ocasiones por Málaga y por Gaucín. Asimismo, fue senador por Cuba y senador vitalicio desde 1901.
Su reconocimiento trascendía la política: fue comisario regio del Canal de Isabel II, consejero del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid, y académico de número de la Real Academia Española, ocupando el sillón K. Además, fue distinguido como Gran Oficial de la Legión de Honor Francesa.

Últimos días y fallecimiento
En 1913, aquejado de una enfermedad bronquial, viajó a Biarritz para reponerse. Allí murió a los 67 años, tras una operación de apendicitis. Su cuerpo fue trasladado a Madrid, donde recibió honores solemnes.
La crónica de la época describe el cortejo fúnebre:
El cadáver llegó en el tren correo de Hendaya a la Estación del Norte, acompañado por sus secretarios, los señores Ullrich y Zarco. El féretro, de caoba con herrajes de plata, fue colocado en una lujosa carroza fúnebre tirada por seis caballos adornados.
A las diez de la mañana partió la comitiva, precedida por la Guardia Municipal montada. Del coche mortuorio pendían cinco coronas, enviadas por su viuda, su sobrina, sus hermanos políticos, su sobrino José Luis Torres y la redacción de El Diario Español de Buenos Aires.
El cortejo estaba rodeado por portadores del Senado, el Monte de Piedad, el Canal de Isabel II y el Banco de España, con hachas encendidas. Lo seguían el presidente del Consejo de Ministros y los titulares de Hacienda, Gracia y Justicia, Guerra, Marina, Fomento e Instrucción Pública, junto a representantes del Ayuntamiento, el periodismo y la familia.
La banda municipal, dirigida por el maestro Juste, participó por primera vez en el entierro de un exalcalde, interpretando marchas fúnebres. Cerraban la comitiva una sección de Bomberos, los niños del Asilo de la Paloma y el cuerpo de Policía urbana.
El cortejo recorrió el Paseo de San Vicente y la calle Bailén hasta la Plaza de los Ministerios, donde se rezó un responso en el Senado. Pasó después por la calle Santiago, la Plaza de la Villa y el Ayuntamiento, finalizando en la Sacramental de San Isidro, fundada en 1811.
