Efemérides

El hombre que susurraba al Rey: Ruy Gómez de Silva, Príncipe de Éboli

El 29 de julio de 1573 fallecía uno de los personajes más influyentes del reinado de Felipe II: Ruy Gómez de Silva, noble portugués, político hábil, diplomático tenaz y amigo íntimo del rey. Su verdadero nombre era Rui Gomes da Silva, y ostentó los títulos de Príncipe de Éboli, I Duque de Estremera, I Duque de Pastrana, Grande de España, y IV Señor de Chamusca y Ulme.

Llegó a Castilla en el séquito de Isabel de Portugal, esposa del emperador Carlos V, y desde muy joven entró en contacto con la alta política: fue paje del príncipe Felipe, futuro Felipe II, al que acompañó en su formación y juegos. A pesar de los once años de diferencia, entre ambos se forjó una sólida amistad que duraría toda la vida.

Cuando Felipe estableció su casa en 1535, Ruy fue uno de los cinco gentileshombres de cámara, iniciando así una fulgurante carrera política. El propio Felipe II le concedería en 1559 el título de Príncipe de Éboli, y más tarde los ducados de Estremera y Pastrana. Su cercanía al rey lo convirtió en una figura clave de la corte.

Como era costumbre, había que buscarle una esposa de alta nobleza castellana. Aunque inicialmente se pensó en Teresa de Toledo, hermana del marqués de Velada, el destino la llevó al convento. La elegida finalmente fue Ana de Mendoza y de la Cerda, de tan solo 12 años, poderosa heredera de la Casa de Mendoza. El matrimonio se firmó en 1553 y se consumó cuatro años más tarde. Juntos tendrían diez hijos, de los que solo seis sobrevivirían. La menor, Ana de Silva y Mendoza, nacida en 1573, acompañaría a su madre en el exilio de Pastrana.

Ruy viajó junto a Felipe a Inglaterra cuando éste se casó con María Tudor. Durante esos años, el poder de Gómez de Silva creció. Fue nombrado Sumiller de Corps, consejero de Estado y Guerra, intendente de Hacienda, contador, y primer mayordomo del hijo del rey. Fue una figura tan influyente que se decía que Felipe II no tomaba decisiones sin su consejo.

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Instaló su palacio madrileño entre las calles Bailén y Factor, cerca del Alcázar Real. Aquella casa, derribada en 1905, dejó paso a los actuales jardines donde hoy se alza el busto de Mariano José de Larra. Además de sus títulos italianos, Ruy compró tierras cercanas a Madrid: Estremera, Valdeacerete y Pastrana. En esta última fundó un mayorazgo y convirtió la villa en un centro económico floreciente: trajo moriscos expulsados de Granada para impulsar la industria sedera y fundó, junto con su esposa, la colegiata donde ambos reposan.

Gómez de Silva también fue un destacado mecenas de Santa Teresa de Jesús, facilitando la fundación de dos conventos carmelitas en Pastrana.

En política, encabezó lo que se conoció como el “partido aragonés”, opuesto al “partido castellano” liderado por el Duque de Alba. Mientras Alba defendía la mano dura en los Países Bajos, Ruy apostaba por una solución pactista, más diplomática y respetuosa con los fueros de cada territorio de la Monarquía Hispánica. Curiosamente, fue partidario de la guerra contra Inglaterra.

Su muerte repentina en 1573 dejó huérfano a su partido y a su principal aliado, el rey. Antonio Pérez tomó su relevo político, pero pronto caería en desgracia, arrastrando a la viuda, la célebre Princesa de Éboli, al escándalo del asesinato del secretario Juan de Escobedo en 1578.

Con la muerte de Ruy Gómez de Silva se cierra una etapa política en la corte de Felipe II. Fue el hombre de la moderación, el consejero discreto, el amigo leal. Su figura simboliza una forma de ejercer el poder basada en la cercanía al rey, la inteligencia política y el equilibrio de fuerzas en una monarquía que, poco a poco, se inclinaba hacia el autoritarismo.

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