En Madrid, a finales del siglo XIX, comenzaron a proliferar los teatros de verano o de recreo. Eran espacios populares, en ocasiones al aire libre, aunque muchos mantenían programación todo el año. Ofrecían variedad de géneros —desde óperas hasta sainetes—, no siempre de alta calidad, pero sí con un encanto particular. Estos teatros, inspirados en los bulevares parisinos, se integraban a menudo en conjuntos de ocio, como los Jardines del Buen Retiro o los Campos Elíseos.
Tal como describía el cronista Serrano Anguita, “por una peseta, se oía ópera, se paseaba en torno al quiosco, se cotilleaba en tertulias y corrillos…”. Eran herederos de los corrales de comedias del Siglo de Oro, un puente entre el teatro cortesano y los auditorios modernos al aire libre.

Estos espacios solían ser teatros de temporada, abiertos de abril a septiembre, instalados en solares vacíos y diseñados para su fácil montaje y desmontaje. Sus estructuras eran simples, generalmente de madera, con fachadas decorativas, telones ornamentados, banderolas, farolas de gas y un estilo festivo que animaba las noches estivales.

Madrid llegó a contar con más de veinte teatros veraniegos, y uno de los más recordados fue el Teatro Recoletos, protagonista de esta crónica.
El primer Teatro Recoletos (1882–1887)
Hubo dos recintos con este nombre, pero nos centraremos en el original: un teatro provisional promovido por el empresario Antonio Rosellés, que el 21 de mayo de 1880 presentó solicitud para instalar un teatro de verano en un solar junto al Paseo de Recoletos, propiedad de Eusebio Mata.
Tras ganar un pleito contra el Ayuntamiento y los vecinos —que temían incendios por tratarse de construcciones de madera—, se construyó el teatro según diseño del arquitecto Carlos Velasco Peinado, y se inauguró el 10 de junio de 1882 en la calle Salustiano Olózaga, 4, casi esquina con Recoletos.
El Teatro Recoletos ofrecía una programación variada: piezas cómicas, sainetes, zarzuelitas, comedias, operetas, bailes… espectáculos ligeros y breves, de no más de una hora. Eran una alternativa atractiva frente a las largas veladas de teatro tradicional.

Su especialidad fueron las parodias de grandes óperas italianas, conocidas como “fantochadas cómicas”, que resultaban accesibles y divertidas para un público burgués cada vez más amplio. En su escenario triunfaron artistas como Joaquina Pino, Lucrecia Arana (célebre soprano y pareja del escultor Mariano Benlliure), Mariano de Larra (hijo del célebre periodista Fígaro) y un jovencísimo Enrique Chicote. Se llegaron a estrenar unas 60 obras, como La madre del cordero.
Pero la historia del Teatro Recoletos fue breve. El temor de los vecinos se hizo realidad: en 1887, el teatro se incendió y nunca volvió a levantarse. Fue considerado uno de los peores teatros veraniegos por la precariedad de sus materiales.
El segundo Recoletos: un nuevo espacio cultural
Décadas después, entre 1957 y 1974, se fundó el Teatro Club Recoletos, en el nº 16 del Paseo homónimo, con un aforo reducido y una programación más cuidada. Pero eso ya pertenece a otra historia.