Efemérides

LA MUERTE DE MARÍA IGNACIA IBÁÑEZ, LA ACTRIZ DEL TEATRO DE LA CRUZ

María Ignacia Ibáñez fue la gran promesa del teatro español del siglo XVIII. Su historia está teñida de luces de escena, pasión romántica y una muerte prematura que marcó para siempre al escritor José Cadalso. Su vida fue intensa y breve: nació en 1745 y murió en Madrid con solo 25 años.

Hija del actor Bartolomé Ibáñez y de Tomasa Fernández de Segovia, María creció entre escenarios y giras teatrales. Su lugar de nacimiento es incierto: algunos dicen que fue Cádiz, otros que Fuentes Claras, en Teruel, aunque fue bautizada en Carabanchel de Abajo. Desde niña, brilló en los escenarios gaditanos y pronto atrajo la atención del mundo teatral.

En 1768, con apenas 17 años, fue contratada por la compañía de María Hidalgo como actriz sobresaliente en el Teatro de la Cruz, uno de los más importantes corrales de comedias de Madrid. Un año después, ya era primera dama de la compañía de Juan Ponce y luego de Manuel Martínez. En 1770, protagonizó Hormesinda, tragedia de Nicolás Fernández de Moratín, y recibió elogios como “la actriz de más mérito que había en España”.

Fue entonces cuando conoció a José Cadalso, poeta ilustrado, militar y viajero. Entre 1770 y 1772 vivieron un amor profundo e intenso, que encontró oposición por parte del ejército, los amigos del poeta y la sociedad de la época. Cadalso, desafiando todos los convencionalismos, quiso casarse con ella, pero el destino lo impidió.

El 22 de abril de 1772, María Ignacia murió de unas fiebres tifoideas. Cadalso fue testigo de su testamento y la acompañó en su lecho de muerte. Escribió que “pronunció mi apellido antes de morir”. El dolor lo sumió en una profunda crisis: pasó dos días sin comer y cayó gravemente enfermo.

En un intento desesperado por reunirse con ella, cuenta la leyenda que trató de desenterrar su cadáver para morir a su lado, escena que inspiraría su célebre obra Noches lúgubres. La historia, real o no, es símbolo del romanticismo oscuro que envolvió su figura.

María fue enterrada en el cementerio de San Sebastián, entre la plazuela del Ángel y la parroquia homónima. Allí descansaron también dramaturgos y actores del siglo de Oro, hasta que en 1809 José Bonaparte ordenó el cierre y demolición de los cementerios anexos a iglesias. De María no queda tumba, pero sí el eco de su talento.

Cadalso, por su parte, seguiría una brillante carrera militar, alcanzando el rango de coronel. Pero su historia también terminaría pronto: en enero de 1782, murió durante el sitio de Gibraltar, tras ser alcanzado por una esquirla de granada.

El amor trágico de Cadalso y María Ignacia Ibáñez sigue siendo uno de los episodios más conmovedores del Madrid ilustrado, una historia de teatro, pasión y muerte bajo las luces del Teatro de la Cruz.

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