Entre los ecos solemnes de la Plaza Mayor, uno de sus silenciosos protagonistas ha sido, durante siglos, el rey Felipe III a caballo. Y su historia, más allá de la pose serena, está llena de giros insospechados, atentados, hallazgos macabros y vueltas del destino. Esta es la historia de una estatua que sobrevivió a imperios, repúblicas y explosiones.
Un regalo de los Medici al rey español
Corría el siglo XVII cuando Cosme II de Medici, gran duque de Toscana, quiso obsequiar al monarca español con una escultura ecuestre que compitiera con las mejores de Europa. La encargó al maestro Juan de Bolonia y fue ejecutada por su discípulo Pietro Tacca. Fundida en Florencia en 1614, la escultura viajó a Madrid y fue entregada a Juan Gómez de Mora, arquitecto mayor de Palacio. Primero en el jardín del Alcázar, después en la Casa de Campo, y no fue hasta 1848 cuando Isabel II, a propuesta de Mesonero Romanos, ordenó su traslado al centro de la Plaza Mayor.

El arte de reinar… a caballo
El rey aparece joven, sereno, con armadura decorada, gola al cuello, el Toisón de Oro al pecho y el bastón de mando en mano. El caballo, detallado con esmero en su musculatura y crines, avanza al paso, elegante y firme. Su boca, abierta, terminaría siendo la entrada involuntaria a una historia curiosa…

Abril de 1931: atentado republicano
En plena euforia por la proclamación de la II República, el 15 de abril de 1931, un artefacto explosivo fue introducido en la estatua… por la boca del caballo. La detonación la decapitó por completo. Pero lo sorprendente vino después: del interior del caballo salieron volando huesecillos de gorriones y golondrinas, atrapados durante siglos al colarse por el hueco bucal. Madrid entera se estremeció ante el hallazgo de aquel cementerio insospechado.
Restauraciones y cine
La restauración llegó en 1934, de la mano del escultor Juan Cristóbal González. La boca del caballo se selló para siempre. Durante los años sin estatua, la Plaza se vio extraña, incluso en el cine: películas como Los jóvenes amantes o La casa de los Martínez captaron su ausencia.

Un monumento protegido
En 2017, con motivo del IV centenario de la Plaza Mayor, el Gobierno regional declaró Bien de Interés Cultural tanto la estatua como su pedestal. Obra del arquitecto Juan José Sánchez Pescador y el escultor Sabino de Medina, el pedestal luce inscripciones heráldicas, lápidas y relieves con trofeos y escudos.

Cada vez que pases por la Plaza Mayor, levanta la vista. Observa los detalles. No solo es un rey sobre un caballo. Es la huella de siglos de historia, política, arte… y hasta gorriones.
