Un día como hoy, en 1876, nació la Institución Libre de Enseñanza (ILE), fundada por un grupo de catedráticos y auxiliares de universidad e instituto que fueron apartados de sus puestos por protestar contra el Decreto Orovio de 1875. Este decreto, impulsado bajo el mandato de Cánovas del Castillo, limitaba la libertad de cátedra en España y establecía la censura en caso de cuestionamiento de los dogmas de fe. Esta medida provocó el rechazo de numerosos intelectuales y fue el catalizador de la creación de la ILE, impulsada por Francisco Giner de los Ríos. Su lema principal, «educar antes de instruir», buscaba una educación que fomentara el desarrollo integral de la persona, en un ambiente de respeto mutuo y libertad de pensamiento.

Influencias filosóficas y expansión educativa
La ILE estuvo fuertemente influida por el pensamiento krausista, un movimiento inspirado en el filósofo idealista alemán Karl Christian Friedrich Krause. En España, fue Julián Sanz del Río quien introdujo esta corriente, convencido de que su ética laica y su visión crítica y liberal eran justamente lo que el país necesitaba para salir de una época marcada por el conservadurismo y el catolicismo tradicional.
Inicialmente, la ILE estaba orientada hacia la educación universitaria, pero pronto se amplió a la enseñanza primaria y secundaria. Giner de los Ríos consideraba que la educación debía empezar a temprana edad y desarrollarse progresivamente. La institución promovió la dignificación de la figura del maestro, quien desempeñaba un rol esencial como guía entre la realidad y el estudiante, y dedicó gran parte de sus esfuerzos a la formación de ciudadanos comprometidos, a la investigación y a la igualdad de género. Además, se convirtió en un bastión para la libertad de cátedra.

Primeros años y sedes emblemáticas
La Institución fue constituida oficialmente como una sociedad por acciones el 10 de marzo de 1876, y contó con el apoyo de 201 accionistas, representando a la España liberal en el ámbito político, cultural y económico. Su primera sede fue un piso alquilado en la calle Esparteros, seguido por otro en la calle Infantas. Sin embargo, en 1884, la institución se trasladó a una quinta con jardín en el Paseo del Obelisco (hoy calle del General Martínez Campos), que fue su sede definitiva.
El edificio principal, diseñado por los arquitectos Joaquín Kramer, Emilio Rodríguez Ayuso y José María Laredo, tenía dos plantas: en la primera se encontraban la secretaría, la biblioteca y la vivienda del portero; en la segunda, las viviendas de Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío, un espacio en el que podían desarrollar el proyecto educativo en un entorno natural que facilitaba la práctica del deporte y los juegos al aire libre.

Expansión y apoyo intelectual
En 1908, el edificio original fue ampliado con nuevos pabellones, como el Pabellón Giner, destinado a la enseñanza primaria, y el Pabellón Soler, destinado a la secundaria y al laboratorio Macpherson. Ambos estaban rodeados de jardines y contaban con amplias aulas, laboratorios y talleres. La institución recibió el respaldo de destacados intelectuales, entre ellos Joaquín Costa, Leopoldo Alas (Clarín), José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado y Santiago Ramón y Cajal, quienes se comprometieron con la renovación educativa y cultural de España. Además, la ILE promovió iniciativas como el Centro de Estudios Históricos, dirigido por Menéndez Pidal, la Residencia de Estudiantes, gestionada por Jiménez Fraud, y la Junta de Ampliación de Estudios, liderada por José Castillejos.

Continuidad y fin tras la Guerra Civil
A la muerte de Giner de los Ríos en 1915, se creó la Fundación Francisco Giner de los Ríos para preservar el legado de la ILE y continuar su misión educativa. No obstante, tras la Guerra Civil, la institución fue desmantelada por el régimen franquista. En 1940, un decreto ordenó la incautación de sus bienes, considerando a la ILE «de especial prevención» por sus valores contrarios al ideario del Nuevo Estado. La sede de Martínez Campos fue saqueada y sus instalaciones, desmanteladas: la biblioteca, el laboratorio, el mobiliario y los materiales de enseñanza fueron destruidos, y el jardín fue arrasado, quedando solo una acacia centenaria y un aligustre.
Años después, el recinto fue usado para el grupo escolar Joaquín Sorolla y, en 1980, para el Colegio Nacional Eduardo Marquina. Con la llegada de la democracia, el Ayuntamiento de Madrid devolvió la sede a la Fundación Francisco Giner de los Ríos en 1982, aunque la restitución no se hizo efectiva hasta 1985.
Rehabilitación y legado contemporáneo
En 2003, la Fundación inició un proceso de rehabilitación y ampliación de la sede histórica para adaptarla a sus funciones actuales como custodio del patrimonio educativo y centro de reflexión sobre la cultura y la sociedad. Tras convocar un concurso público, el proyecto fue adjudicado al estudio Amid.Cero9, liderado por los arquitectos Cristina Díaz Moreno y Efrén García Grinda, quienes finalizaron la obra en 2014, ganando un año después el Premio del Colegio de Arquitectos de Madrid.
Reflexión final
La Institución Libre de Enseñanza dejó una huella profunda en la historia educativa, científica y cultural de España. Su legado es un recordatorio de la importancia de la libertad de pensamiento, la dignificación de la enseñanza y la educación integral, valores que siguen siendo esenciales en la formación de una sociedad comprometida y consciente de su historia y de su papel en el mundo.
