Efemérides

Fusilamiento del General Diego de León – 15 de octubre de 1841

¡No tembléis, al corazón!«. Con estas palabras se despidió el General Diego de León antes de ser ejecutado en la Puerta de Toledo, acusado de sedición militar y alta traición contra el General Espartero. Diego de León había participado en el intento de asalto al Palacio Real la noche del 7 al 8 de octubre de 1841. Durante su ejecución, solicitó como último deseo ser él mismo quien diera la orden de disparar.

El objetivo del general era secuestrar a la joven reina Isabel II, que estaba a punto de cumplir 11 años el 10 de octubre, y llevarla a París, donde se encontraba exiliada su madre, María Cristina de Borbón. El complot pretendía derrocar la regencia de Espartero, el héroe de la Primera Guerra Carlista. Entre los implicados en el golpe estaban los generales O’Donnell y Narváez.

Nacido en Córdoba en 1807, Diego de León y Navarrete provenía de una familia noble con vínculos reales, siendo su padre gentilhombre de cámara del rey Fernando VII. A los 17 años, gracias a la influencia de su padre, consiguió el mando de una escuadra de caballería. Su carrera militar fue meteórica, ascendiendo rápidamente dentro de la caballería.

En 1834, ya era comandante de escuadrón en el Regimiento de Lanceros de la Guardia Real, justo a tiempo para participar en la Primera Guerra Carlista. Sus habilidades en combate le ganaron el apodo de «La primera lanza del reino». Participó en memorables cargas de caballería, siendo reconocida su valentía y estrategia. En el norte de España, clave en el conflicto, lideró con éxito diversas campañas contra los carlistas. Recibió la Cruz Laureada de San Fernando y fue nombrado comandante general de la caballería del ejército.

Una de sus acciones más destacadas tuvo lugar en Cataluña, en la Batalla de Grá, donde lideró una de las cargas más brillantes contra el mismísimo Carlos María Isidro, pretendiente carlista. Por sus méritos, recibió varias condecoraciones, como la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Gran Cruz de San Fernando y la Gran Cruz de Carlos III.

A finales de 1839, con el fin de la guerra, su relación con Espartero se deterioró. Ambos aspiraban al liderazgo militar y político, lo que condujo a tensiones. Tras la Revolución de septiembre de 1840, Espartero asumió la regencia, y la reina María Cristina nombró a Diego de León capitán general de Castilla La Nueva, con el fin de ganarse el apoyo de los militares moderados. Sin embargo, la reina abdicó y se exilió en París, situación que también llevó a Diego de León a pasar un tiempo en Francia.

Decidido a derrocar a Espartero, Diego de León se unió a los generales Narváez y O’Donnell en un complot para restaurar a María Cristina y liberar a las princesas Isabel y Luisa Fernanda del control de Espartero. El 7 de octubre de 1841, intentó asaltar el Palacio Real, pero el plan fracasó debido a la rápida reacción del regente. Durante el combate, León se vio obligado a huir, pero fue capturado cerca de Colmenar Viejo.

Juzgado por un Consejo de Guerra en un proceso lleno de irregularidades, fue condenado a muerte. A pesar de numerosas peticiones de clemencia, incluyendo las de la joven Isabel II, la esposa de Espartero y otros militares, la sentencia se mantuvo. Diego de León fue ejecutado el 15 de octubre de 1841, a la edad de 34 años.

La noche antes de su ejecución, escribió una emotiva carta a su esposa, María del Pilar Juez-Sarmiento y Mollinedo, en la que le pidió que guiara a sus hijos por la senda honrada que él había seguido:

«Preveo que sobre estas líneas van a caer abundantes lágrimas; yo quisiera evitarte este dolor, pero es tan largo y acelerado el viaje que he de emprender que no puedo dilatar la despedida… No solicites verme, no quebrantes con tu cariñosa presencia el vigor que necesito para morir como he vivido… Supla el cariño de nuestros hijos el inmenso amor de tu infortunado esposo y llévalos por la senda honrada que anduvo su padre.

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