La fecha de hoy nos lleva al siglo XIX, concretamente al 1 de octubre de 1847, cuando falleció en Madrid uno de los grandes representantes del Romanticismo español: el grabador Rafael Esteve Vilella.
Nacido en Valencia en 1772, Rafael pertenecía a una destacada familia de artistas. Su padre, José Esteve Bonet, fue escultor de cámara, al igual que su hermano José, mientras que su tío, el pintor Agustín Esteve, fue un gran amigo de Goya, con quien trabajó en la Corte de Carlos IV.
Rafael Esteve estudió dibujo y grabado en la Academia de San Carlos de Valencia bajo la dirección de Manuel Bru entre 1785 y 1789. En su último año, fue pensionado por la academia, junto con otro ilustre artista valenciano, Vicente López Portaña, para continuar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde permaneció tres años.
En 1792, regresó a Valencia, donde ganó el primer premio de grabado en la Academia de San Carlos, que le nombró académico de mérito en 1796. En 1801, fue designado grabador de cámara honorífico de Carlos IV, aunque no recibiría salario hasta 1804. Su principal labor durante este periodo fue realizar retratos reales basados en dibujos de su tío Agustín, sobre pinturas de Goya, probablemente con destino a la «Guía de Forasteros».
Durante esta etapa, Esteve forjó una amistad con Goya, quien en 1815 pintó su retrato, mostrando al artista con los utensilios de grabador. En 1807, Rafael fue comisionado para viajar a Francia e Italia como director de los pensionados, pero la Guerra de la Independencia frustró sus planes y se refugió en Cádiz. No obstante, esta guerra le proporcionó algunas de sus estampas más célebres.

Con la restauración de Fernando VII en 1815, Esteve ocupó el cargo de grabador de cámara, vacante tras la muerte de Tomás López Enguídanos. Al año siguiente, fue nombrado Celador Artístico de la Real Calcografía y en 1817 finalmente pudo viajar a Francia e Italia para completar su formación.
Entre sus obras más destacadas se encuentran algunos de los grabados para la primera edición del Quijote, publicada en la Imprenta Real en 1797-1798. También realizó una bella vista del teatro de Sagunto para el libro «Viaje arquitectónico-antiquario de España» (1807) y los retratos de Carlos IV, Fernando VII, sus esposas, el general José de Palafox, y otros personajes ilustres para la serie «Retratos de Españoles Ilustres».
En 1821, Esteve viajó a Sevilla para realizar el grabado de la pintura de Murillo, «Moisés haciendo el milagro de las aguas», que completó en 1839, ganando con ella la medalla de oro de primera clase en la Exposición de Bellas Artes de París. Fue galardonado con la Cruz Supernumeraria de la Orden de Carlos III y nombrado académico de mérito de San Fernando y de honor de la Academia de San Carlos de Valencia, además de corresponsal de la Academia de París y director de la Calcografía Nacional.

En su viaje a Francia en 1834, trajo consigo a un estampador capacitado para enseñar a los operarios de la Real Calcografía. Desde 1841, dirigió la enseñanza de técnicas de grabado en dulce, experimentando con láminas de acero debido a la baja calidad de los cobres.
El 1 de octubre de 1847, Rafael Esteve falleció en Madrid, dejando un legado marcado por su maestría en el grabado y su influencia en el arte español. A lo largo de su vida, fue distinguido con la Cruz de Carlos III, dirigida a aquellos que prestaban grandes servicios a la monarquía, y ocupó diversos cargos honorarios en prestigiosas academias.

Aunque su obra estuvo ligada a la reproducción de pinturas y, tras la Guerra de la Independencia, a la creación de estampas conmemorativas, Esteve no logró evolucionar sus técnicas como otros grabadores de su tiempo, como Manuel Salvador Carmona, pero su influencia en el arte del grabado es innegable. Su discípulo más destacado fue Domingo Martínez.
