En el Madrid del siglo XVIII, la higiene urbana era un desafío monumental. A pesar de su crecimiento demográfico y su importancia como capital del reino desde 1561, la ciudad carecía de infraestructuras básicas de saneamiento. La acumulación de residuos y la falta de medidas adecuadas de limpieza generaban condiciones insalubres, propicias para la propagación de enfermedades. Sin embargo, todo cambió el 14 de mayo de 1761, cuando el rey Carlos III implementó una ordenanza que transformaría radicalmente la apariencia y la salubridad de Madrid.

Esta decisión histórica fue el resultado de una serie de preocupaciones sobre el estado de la ciudad, que se había convertido en un foco de insalubridad y desorden. Con una población de alrededor de 150,000 habitantes, las calles de Madrid estaban plagadas de residuos, malos olores y lodo. Ante esta situación, Carlos III, quien ascendió al trono español tras reinar 25 años en Nápoles, tomó medidas audaces para mejorar las condiciones urbanas.

La ordenanza de limpieza de 1761 no solo abordó la recogida de basura y la limpieza de calles, sino que también introdujo medidas innovadoras para promover la salubridad y el orden en la ciudad. Una de las iniciativas más destacadas fue el empedrado de las áreas delanteras y laterales de las casas, conventos y parroquias que colindaban con las vías públicas. Esta medida no solo mejoró la estética de la ciudad, sino que también facilitó la circulación peatonal y redujo la acumulación de suciedad.
Además, la ordenanza estableció la obligación para los propietarios de inmuebles de instalar canalones y conductos para evacuar el agua de cocinas y baños hacia la calle, evitando así la acumulación de aguas residuales en las viviendas y las calles. Asimismo, se ordenó la instalación de faroles en las escaleras de los edificios, lo que mejoró significativamente la seguridad y la visibilidad nocturnas en la ciudad, reduciendo el riesgo de robos y delitos.
Otra medida crucial fue la creación de una policía urbana encargada de mantener el orden público y hacer cumplir las disposiciones de la ordenanza. Esta fuerza policial contribuyó a garantizar el cumplimiento de las normativas de limpieza y a prevenir comportamientos delictivos en las calles de Madrid.
La implementación de la ordenanza de limpieza de 1761 marcó el inicio de una nueva era para Madrid, sentando las bases para una ciudad más limpia, ordenada y habitable. Hoy en día, la desinfección y la limpieza urbana siguen siendo medidas imprescindibles para preservar la salubridad y el bienestar de los habitantes de las ciudades, evitando la propagación de enfermedades y plagas.