Cada año, a mediados o finales de octubre, Madrid se llena de vida, tradición y balidos con la celebración de la Fiesta de la Trashumancia. Una jornada que nos recuerda una costumbre ancestral, símbolo de respeto por la naturaleza y de la unión entre el hombre y sus animales.

Desde hace más de 5.000 años, los ganaderos recorren cientos de kilómetros con sus rebaños, cruzando valles y montañas en busca de los mejores pastos. Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra trashumar proviene del latín trans (“al otro lado”) y humus (“tierra”). Describe el movimiento del ganado —y de las personas que lo acompañan— de una dehesa a otra según la estación. La primavera y el otoño marcan el inicio y el final de este viaje que, durante siglos, separó familias enteras durante meses.
España, de norte a sur, está atravesada por rutas milenarias —las cañadas reales— por las que aún hoy transitan los rebaños trashumantes. Esta práctica, profundamente arraigada, llegó a estar regulada en la Edad Media: Madrid cobraba un peaje de 50 maravedís por cada millar de ovejas que cruzaban la ciudad.
La trashumancia se realiza principalmente con ganado ovino y vacuno, razas autóctonas, rústicas y adaptadas al terreno. Pero también se aplica al traslado estacional de colmenas de abejas. Existen dos tipos:
- La corta o altitudinal, que se realiza dentro de una misma zona, ascendiendo o descendiendo montañas según la época.
- La larga o latitudinal, que cubre grandes distancias entre regiones.

Aunque hoy se practica en los cinco continentes, solo dos áreas del mundo la mantienen viva como tradición ancestral: Escandinavia, con los renos, y el Mediterráneo, donde España tiene un papel protagonista. Su geografía montañosa y el clima mediterráneo crean contrastes que hacen posible este modo de vida.
En 1995, la Ley 3/1995 de Vías Pecuarias declaró estos caminos de interés público, inalienables e inembargables, obligando a las comunidades autónomas a conservarlos. Las vías pecuarias existen desde el siglo XIII, cuando Alfonso X el Sabio fundó el Honrado Concejo de la Mesta, poderosa organización de ganaderos que fue pilar de la economía castellana gracias al comercio de la lana.
Además de su valor histórico y cultural, la trashumancia desempeña un papel crucial en la biodiversidad. Cada oveja puede transportar diariamente hasta 5.000 semillas, diseminando especies vegetales, insectos y materia orgánica a lo largo del camino. Se calcula que cada animal fertiliza la tierra con más de tres kilos de estiércol al día.
Entre sus beneficios destacan la fijación de carbono en el suelo, la prevención de incendios, el mantenimiento del paisaje rural y la producción sostenible de alimentos. Es, sin duda, una práctica ecológica que contribuye a mitigar el cambio climático y a preservar la cultura tradicional.
Por supuesto, también requiere control sanitario. La Ley 8/2003 de Sanidad Animal establece mecanismos de seguimiento y control para garantizar la seguridad en los desplazamientos de los rebaños. Solo pueden moverse animales de explotaciones con un nivel sanitario igual o superior al de la zona de destino.
España conserva aún sus principales rutas trashumantes, las célebres Cañadas Reales:
- La Burgalesa
- La Conquense
- La Soriana Oriental
- La Soriana Occidental
- La Leonesa Oriental
- La Leonesa Occidental
- La Segoviana
- Y la Riojana
A ellas se suman rutas menores dentro de regiones como Navarra, Aragón o Cataluña, que siguen manteniendo viva la tradición.

Madrid celebra cada año esta Fiesta de la Trashumancia como un auténtico viaje en el tiempo. Los rebaños cruzan el corazón de la capital siguiendo las antiguas cañadas reales, recordando el valor de estos caminos y de los oficios que aún los recorren.
El recorrido parte de la Casa de Campo y atraviesa lugares emblemáticos: el Puente del Rey, el Paseo de la Virgen del Puerto, el Parque de Atenas, la Cuesta de la Vega, la Catedral de la Almudena, la calle Mayor, la Puerta del Sol, la calle Alcalá y finalmente la Plaza de Cibeles, donde se realiza el simbólico acto de entrega de los 50 maravedís a los representantes de la corporación municipal.
Esta tradición comenzó en 1994, como una forma de reivindicar ante el Congreso la aprobación de la Ley de Vías Pecuarias. Hoy, la celebración mantiene vivo el compromiso de preservar más de 125.000 kilómetros de caminos y 425.000 hectáreas de superficie protegida para el pastoreo.

Curiosamente, la calle Alcalá fue antaño un tramo de la Cañada Real Galiana o Riojana, desviada con el tiempo hacia los distritos de Vicálvaro y Villa de Vallecas. Cada otoño, cuando el rebaño atraviesa el centro de la ciudad, Madrid revive su pasado pastoril, recordando que, mucho antes de los coches y los tranvías, por sus calles resonaban los cencerros y el paso pausado de las ovejas.