Callejeartemadrid, en sus rutas por el Barrio de las Letras, se topa con una tienda coqueta, de esas que llaman la atención por fuera… y aún más por dentro. Está justo frente al Monasterio de las Trinitarias, en el número 23 de la calle Lope de Vega. Se llama Chocolates El Indio, y su nombre resuena con ecos del pasado.

La tienda apenas lleva abierta tres meses, pero su historia es centenaria. Han recuperado la marca y patente del antiguo comercio Chocolates El Indio, todo un emblema madrileño. Y lo han hecho con mimo, dulzura y mucho sabor. Al frente está el maestro chocolatero Justo Almendrote —sí, el del Récord Guinness—, con obrador propio en Pinto y un hotel temático dedicado al chocolate. Además del chocolate, aquí también puedes encontrar miel, infusiones, cerveza artesana o vino. Un paraíso para golosos curiosos.
Pero vayamos por partes. ¿De dónde viene este Indio?

La historia de un chocolate con solera
El chocolate llegó a España tras el contacto con América, y durante mucho tiempo fue un lujo reservado a la corte. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando se democratizó y empezaron a proliferar fábricas que ofrecían chocolate en tableta, ya fuera para tomar a la taza o para comer por placer.
En este contexto nace, en 1848, la Fábrica de Chocolates El Indio, en la calle de la Luna 14, esquina con San Roque. La fundan los hermanos Enrique y Mauricio Vela, pero no es hasta 1908 cuando, ya en manos de Pablo Ruiz Santamaría, alcanza su mayor esplendor. Desde entonces, el negocio pasó por varias generaciones de la familia Ruiz de Diego. Aunque conservó su encanto, no supo adaptarse a los nuevos tiempos.
En los años 20 del siglo pasado amplían su oferta con café, fiambres, dulces, bombones o mazapanes. Entre sus clientes figuraban vecinos del barrio, pero también lugares tan ilustres como la Chocolatería San Ginés, el Palacio del Pardo e incluso el mismísimo General Franco.
En 1954, el negocio pasa a los hijos de Pablo, y aunque se mantuvo tal cual durante décadas, entró en una lenta decadencia. En 1984 fue nombrado Establecimiento Tradicional Madrileño y en 1994 todo su contenido se vendió al Museo Nacional de Antropología, y posteriormente al Museo del Traje.

Una tienda con alma
¿Y cómo era aquella tienda original? Un espacio de apenas 25m², todo de madera: vitrinas, armarios, estanterías y escaparates que daban a dos calles. Desde la tienda se veía el molino y, en el sótano, se almacenaban sacos de cacao y maquinaria.
Pero lo que más llamaba la atención era la escultura del indio. Una imponente figura de bronce, descrita con detalle en El sueño de Venecia de Paloma Díaz-Mas:
“…terrible mulato de corpachón musculoso… labios bembos pintados de purpurina… mirada que parecía taladrar como berbiquíes…”
Sostenía piñas de cacao y vertía los granos imaginarios en tolvas de cobre. Una muestra comercial única, que fue el alma y símbolo de la tienda durante más de un siglo.

Hoy, Chocolates El Indio resurge en el Barrio de las Letras con el espíritu de siempre, pero con productos renovados y una historia que merece ser contada… y saboreada. No hay mejor plan que pasear por estas calles literarias y dejarse tentar por su chocolate fino e higiénico. Porque hay sabores que nunca deberían perderse.
