Para los amantes de la obra de Ramón María del Valle-Inclán, Luces de Bohemia es mucho más que una pieza teatral: es un retrato inmortal del Madrid más romántico, castizo y decadente, donde sus personajes y escenarios siguen vivos en la memoria de la ciudad.
Uno de esos lugares emblemáticos es el callejón del Gato, conocido así hasta 1918, cuando el Ayuntamiento lo rebautizó como calle de Juan Álvarez Gato, en honor al poeta del siglo XV que tuvo aquí su residencia.

Historia del Callejón del Gato: un nombre con leyenda
Hasta 1918, esta calle se conocía como Callejón del Gato. Ese año, el Ayuntamiento de Madrid decidió renombrarla como calle de Juan Álvarez Gato, en honor al poeta del siglo XV que tuvo aquí su casa.
Pero el origen del nombre «Gato» tiene una historia aún más antigua. Se cuenta que, en el siglo XI, durante el asedio a Madrid, un soldado trepó por las murallas con la sola ayuda de su daga, lo que impresionó tanto a sus compañeros que le apodaron «Gato». Este sobrenombre se convirtió en apellido y dio origen a una de las tradiciones más arraigadas de Madrid: llamar gatos a sus habitantes de varias generaciones.
El barrio en el que se encuentra el callejón ha sido conocido desde antiguo como el barrio de los cómicos y las musas, el Parnaso de Madrid, con calles emblemáticas como la de la Cruz y la Gorguera (actual Núñez de Arce).

Los Espejos Deformantes: de reclamo comercial a mito literario
En el siglo XIX, Valle-Inclán solía atravesar este callejón en su camino al Ateneo de Madrid y se encontraba con un curioso espectáculo: dos espejos deformantes instalados en la fachada de una tienda.
Estos espejos eran utilizados como reclamo comercial por la Carpintería de Juan Rodríguez, que se instaló en el lugar en la década de 1840. En 1850, el negocio pasó a manos de José Canosa, un vidriero especializado en lámparas fúnebres para nichos y panteones. La tienda, situada en el número 3 del Callejón del Gato, permaneció activa hasta bien entrados los años 30 del siglo XX.
Los espejos de cuerpo entero, uno cóncavo y otro convexo, convertían la figura de los transeúntes en grotescas caricaturas, provocando risas y asombro. Se hicieron tan populares que la prensa de 1903 ya mencionaba que habían «hecho las delicias de cuatro generaciones». La gente acudía a mirarse solo por diversión, sin intención de comprar nada.
A medida que la familia Canosa heredaba el negocio, este fue cambiando de nombre: Canosa e Hijo, Ángel Canosa, La Lámpara de Oro, Hijos de Ángel Canosa… Pero sería Valle-Inclán quien los inmortalizaría en su obra maestra, Luces de Bohemia.

Valle-Inclán y el Esperpento: el reflejo deformado de España
Publicada en entregas en 1920, editada en 1924 y estrenada en teatro en 1971, Luces de Bohemia dio origen al esperpento, un estilo literario que retrata la realidad con una estética deformada y grotesca.
En la obra, Max Estrella, un poeta ciego y empobrecido, mantiene una conversación clave con Don Latino frente a los espejos del Callejón del Gato:
🗣️ Max Estrella: «Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.»
🐱 Don Latino: «¡Miau! ¡Te estás contagiando!»
🗣️ Max Estrella: «España es una deformación grotesca de la civilización europea… las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.»
🐱 Don Latino: «Conforme, pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.»
Esta escena representa el declive de España, un país atrapado en la miseria y la corrupción, donde la realidad se muestra de forma absurda y distorsionada.

| El Destino de los Espejos: de atracción a réplica moderna Con el paso del tiempo, los espejos originales de cuerpo entero fueron sustituidos por otros más pequeños, pero continuaron atrayendo a curiosos. Sin embargo, en 1998, durante una noche de celebraciones futbolísticas, fueron vandalizados y destruidos. El local del número 3 del Callejón del Gato tuvo distintos usos a lo largo de los años. Primero fue un almacén de aguardientes, propiedad de Carlos Barranco, luego se convirtió en la Vinícola Aurora, y desde 1960 es un bar especializado en patatas bravas. A pesar de su transformación, el bar mantuvo los espejos deformantes hasta que fueron destruidos. Hoy, en su lugar, una réplica de plástico nos recuerda la historia de los espejos que, durante más de 150 años, hicieron reír a generaciones de madrileños y visitantes. |