La Carrera de San Jerónimo es un testigo mudo de la historia de Madrid. Este camino, cuyo nombre proviene de las rutas que llevaban a puntos específicos, unía el centro de la ciudad con la iglesia de San Jerónimo el Real desde el siglo XVI. A lo largo de los siglos, esta calle ha sido el hogar de importantes conventos, como el de los Trinitarios del Santo Espíritu y el de los Mínimos de la Victoria, además de palacios y prestigiosos establecimientos comerciales.
Entre los muchos negocios que florecieron aquí, destaca el Café Bar Regio, que abrió sus puertas en los números 7 y 9 de la Carrera de San Jerónimo (hoy el número 5). Este café fue propiedad de Eduardo Arenal, también dueño de otros emblemáticos locales como el Café Ideal, en la calle San Bernardo, y el Café Zaragoza, en la Plaza de Antón Martín.

El Café Regio era conocido por su elegante fachada de mármol, sus grandes ventanales con vidrieras y una impresionante puerta de dos hojas, adornada con faroles que invitaban a entrar a un espacio amplio y lujoso. El diseño interior estuvo a cargo de Ismael Guarner, destacado constructor de mesas de billar, ebanista y tapicero, que diseñó todos los detalles del mobiliario, los aparatos eléctricos y la ornamentación, incluyendo el mostrador y las columnas de fundición. Este local representaba la modernidad para la clase media madrileña, con un ambiente que combinaba confort y lujo.
Anteriormente, el edificio donde se ubicaba el Regio había sido un almacén de alfombras, propiedad de Joaquín Menchero, conocido como «el Alfombrista», quien recibió 190.000 pesetas por el traspaso del local, uno de los más caros de la ciudad en su momento.
El Café Regio se destacaba no solo por su elegante ambiente, sino también por la calidad de sus productos. Ofrecía café superior, mariscos frescos, cerveza bien tirada y una selecta variedad de licores. Además, era famoso por ser un café musical, con actuaciones de quintetos femeninos como «Las Porteñas», que entretenían al público durante casi todo el año. El local contaba con un servicio de teléfono público, donde los clientes podían comprar una ficha por 30 céntimos de peseta y hablar durante tres minutos, con la posibilidad de extender la llamada adquiriendo más fichas. Las llamadas se podían realizar a toda Europa, algo realmente avanzado para la época.

A pocos metros del Regio, en los números 5 y 7 de la Carrera de San Jerónimo, se inauguró el Restaurante Amaya el 31 de enero de 1931. Este elegante establecimiento de cocina vasca fue un proyecto de Eugenio M. Remacha, con decoración diseñada por el arquitecto Manuel Muñoz Casayús. El ambiente del Amaya combinaba sobriedad y modernidad, con iluminación de apliques de metal y vidrio que ofrecían una luz clara y abundante, y suficiente espacio para la privacidad de sus comensales.

El Restaurante Amaya ofrecía una variada carta que incluía platos típicos de la cocina vasca, francesa y española, además de café exprés, té y chocolate. Abría desde las ocho de la tarde hasta la una de la madrugada, y una de sus innovaciones más populares fue el «Té Baile», una actividad vespertina con entrada libre para las señoritas, de 6 a 9 de la tarde.
Lamentablemente, tanto el Café Regio como el Restaurante Amaya cerraron pocos años después de la Guerra Civil, dejando una huella imborrable en la memoria de la Carrera de San Jerónimo y en la historia gastronómica de Madrid.