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Curiosidades de Madrid. ¿Cómo eran las primeras piscinas?

Ahora que aprieta el “caloret”, nos acordamos de refrescarnos en el agua de las piscinas de la capital. Hoy en día, las piscinas de urbanización son habituales, convirtiéndose en espacios de vida común para los residentes. Pero hace siglos, los madrileños se refrescaban en las orillas del Manzanares, y desde el siglo XIX, comenzaron a construirse las primeras piscinas.

Antes de que existieran las piscinas, en Madrid había lavaderos porticados, que permanecieron hasta bien entrado el siglo XX. Un ejemplo es el lavadero de Canillejas o el lavadero municipal de Hortaleza. Así era el lavadero del empresario Policarpo Herrera, construido en 1831. Muy cerca de este, en la Cuesta de la Vega, había otro lavadero porticado con un nombre curioso, “El Estanque de la Rana”, que contaba con dos grandes pilas.

En el Paseo de San Vicente 12 estaba el Lavadero de Rivadeneira. Por esta vía, llamada Camino del Río en el siglo XVII, transcurría el arroyo de Leganitos, que abastecía de agua a los baños y al lavadero. En el verano de 1879, junto al lavadero, abrieron al público los llamados Baños de Natación, más tarde conocidos como El Niágara.

Al principio, se publicitaba como un balneario de baños medicinales. Como había sido un antiguo lavadero, tenía forma rectangular, rodeada de un pórtico pavimentado y cubierto con un tejadillo de una sola agua. Contaba con un espacio ajardinado de 35.000 pies de superficie que llegaba hasta el Paseo Alto del Rey, hoy calle Irún, única vía que lo separaba de la Montaña del Príncipe Pío. Además, disponía de alumbrado de gas.

Como era habitual, al principio solo los hombres podían disfrutarlo. El baño costaba 5 cts de peseta y se podían alquilar bañadores, toallas y peines. Las mujeres pudieron acceder diez años después. Tenía dos piscinas: una más cara para nadadores, de 27 m de largo, y otra de 33 m, para el resto del público, conocida como “la general”. Además de bañarse por ocio, había baños terapéuticos, como si fuera un balneario, y el recinto contaba con servicio de restaurante y jardín.

El agua de la piscina procedía del río Lozoya, una gran obra de ingeniería del siglo XIX que permitió traer agua a un Madrid sediento y en constante crecimiento. El agua salía a chorros, muy fría, por lo que la piscina solo se usaba en verano.

La piscina Niágara no desapareció, sino que fue adquirida por el Club de Natación Atlético. En 1932, se modernizó con nuevas pilas de agua caliente y en 1935 se fusionó con el Club de Natación Canoe, comenzando a celebrar competiciones y aficionando a los madrileños a los deportes acuáticos. Ya en los años 50, desaparecieron, y sobre el solar se edificó un hotel y un cine.

Si queréis saber más sobre estas piscinas, os dejo un enlace de antiguos cafés de Madrid, donde nos cuentan con imágenes toda su historia y su final.

https://www.antiguoscafesdemadrid.com/2015/05/niagara-la-primera-piscina-de-madrid.html

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