Hoy en día, cuando hablamos de Carabanchel, distinguiendo entre Alto y Bajo, visualizamos barrios del sur de Madrid, donde proliferan construcciones de los años 60, especialmente debido al aluvión migratorio que ha seguido creciendo en las siguientes décadas, convirtiéndose en uno de los distritos más populosos de la capital. Pero en otro tiempo, Carabanchel tenía otra fisonomía; era una zona de casas de recreo de la nobleza y de la alta burguesía durante el siglo XIX, principalmente en Carabanchel Alto.
El pueblo de Carabanchel Alto, situado a unos 4 km de la Villa de Madrid, tiene su origen en el siglo XV, tras el despoblamiento del asentamiento junto a la ermita de Nuestra Señora de la Antigua y la construcción de la iglesia de San Pedro.
A partir del siglo XVII, personalidades como la emperatriz Eugenia de Montijo, Francisco Cabarrús (ministro de Hacienda con José I), Manuel Godoy, Francisco Narváez (conde de Yumuri), y Mesonero Romanos (cronista de la Villa) eligieron esta área por su situación geográfica y cualidades naturales como lugar de sus fincas de recreo.
En Carabanchel Alto nació en 1773 Teresa Cabarrús, la «Madame Tallien de la Revolución Francesa», cuya partida de nacimiento se encuentra en el archivo de la Iglesia de San Pedro. También residió en este pueblo la futura reina Isabel II junto a su madre, la reina regente María Cristina de Borbón.
A mediados del siglo XIX, el Ministerio de la Guerra adquirió la Dehesa de los Carabancheles, terrenos situados en el término de Carabanchel Alto, origen del aeródromo de Cuatro Vientos, visitado por Einstein y donde se llevó a cabo el primer vuelo del «autogiro» de Juan de la Cierva en 1923. A finales del siglo XIX, el doctor Esquerdo fundó su sanatorio, y el Marqués de Vallejo construyó el Asilo de San José para enfermos epilépticos en la Posesión de las Piqueñas.
Tras la Guerra Civil, Carabanchel Alto se anexionó a Madrid en 1948. Las fincas de recreo pasaron a ser propiedad de órdenes religiosas que fundaron colegios como Escolapios, Salesianos, Marianistas y Santa María de los Apóstoles, lo que permitió conservar parte de este rico patrimonio arquitectónico. Sin embargo, otros palacios se perdieron, como el del marqués de Remisa y el de la Emperatriz Eugenia de Montijo.

Vamos a conocer dos de estas fincas situadas en la calle Joaquín Turina, 35, construidas a mediados del siglo XIX, que apenas han sufrido modificaciones. Se trata de la casa de recreo de don Mariano Callejo y de la Marquesa de Perinat, en lo que entonces era la calle de la Cañada, nº 29 y 31.
Lo primero que encontramos en esta dirección es la iglesia de estilo herreriano del colegio del Santo Ángel de la Guarda y las antiguas casas de recreo de don Mariano Callejo y la Marquesa de Perinat.
Las Hermanas del Instituto del Santo Ángel, una orden fundada en Francia en 1839, adquirieron ambas fincas en los años 20 del siglo XX. En los años 40, la congregación amplió el edificio, conservando las casas de recreo originales, añadiendo tres alas en el interior de la finca: una paralela a las casas y dos transversales, con un patio ajardinado en el interior. En la esquina sureste, se construyeron dos torreones con chapiteles de pizarra, unidos por una galería acristalada, detrás de los cuales se eleva el cimborrio de la capilla. Actualmente, el antiguo colegio Santo Ángel es una residencia de monjas mayores. Una curiosidad: el compositor Joaquín Turina, que da nombre a la calle, recibió sus primeras lecciones de música en el Colegio del Santo Ángel de Sevilla.
Don Mariano Callejo era vecino de la calle Huertas, 58 de Madrid, y construyó su casa jardín en Carabanchel Alto en la década de los 50 del siglo XIX. La finca tenía unos 5000 m², con planta poligonal y la casa de planta trapezoidal, de unos 216 m². La fachada era de estilo neoclásico, típica de la época. En el primer piso de la casa estaba la puerta de entrada, con un vestíbulo muy luminoso y una escalera helicoidal de madera y mármol que aún se conserva.
El jardín contaba con dos paseos arbolados diagonales que formaban una glorieta en el centro con una fuente. Había unos cien árboles de diferentes especies, una noria y un estanque rectangular de 50 m². En el camino de Polvoranca, se construyó un pabellón auxiliar de estilo clásico que aún sigue en pie.
En 1869, la finca pertenecía a don José Olona, y en 1876 a don Manuel Liñán, hermano del político don Pascual de Liñán, quien compró en 1877 parte de la Quinta de las Delicias Cubanas. En 1901, sus herederos vendieron la finca a don Francisco Gorvea y Guezala, que pasó a María Belén Mantilla de los Ríos y de Fonseca, quien la donó en 1924 a la congregación de Hermanas del Instituto Santo Ángel de la Guarda.
En cuanto al segundo palacete, perteneció al marquesado de Perinat, un título nobiliario creado en 1893 por la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, durante la minoría de edad de Alfonso XIII, a favor de doña María del Carmen Terry y Dorticós, viuda de don Guillermo Perinat y Ochoa.
En 1861, el propietario de la casa era don Manuel María López de Azcutia, caballero natural de Carmona, fiscal del Tribunal Supremo y escritor de obras poéticas y dramáticas. La casa de una sola planta se caracterizaba por el zócalo de piedra, los dinteles de los huecos y la cornisa, elementos que aún se conservan.





