Un 7 de diciembre de 1639, los alguaciles de Madrid interrumpen el sueño de don Francisco de Quevedo y Villegas, el afamado y exitoso escritor. Lo sacaron de su aposento en el palacio del duque de Medinaceli, su amigo y mentor y lo llevaron preso al convento Real de San Marcos, en León. Tenia 61 años. No contentos con arrestarle, lo condujeron sin cosa alguna, ni camisa, ni capa, ni criado, en ayunas, parecía mas un ajusticiado que un preso, sin saber a que, porque ni adonde. Tres años de sufrimiento, encerrado sin salir, de un torreón primero y una celda subterránea, asi lo describe el escritor, pero siendo Caballero de la Orden Militar de Santiago, es mas seguro que estuviera mas bien confinado que prisionero. En el Parador de San Marcos hay una placa que recuerda el lugar donde estuvo la celda de Quevedo.
Se desconocen los motivos de tal prisión, podría ser porque escribió unos versos satíricos contra el rey y el Conde Duque de Olivares, Pero otra opinión habla de un castigo publico por su carácter pendenciero y mujeriego, unido a sus comentarios mordaces contra el poder establecido y sobre su convencimiento de que había que estrechar lazos con Francia.
Sus impresiones de este confinamiento o prisión se reflejan en estas palabras:
«El ceño de estas montañas, cuyos vientos rabiosos son súbita locura, traen noche e invierno; y en un mismo día de verano, que aquí es sólo vocablo, hacen vivir repartidos por las horas todos los meses del invierno». León.

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