En la época de Carlos I la Corte solía residir en Valladolid. “Villa por villa, Valladolid es Castilla”, se decía y cantaba. Fue Felipe II el que decidió, en 1559, trasladarla a Madrid. Pero su hijo, Felipe III instigado por su valido, el duque de Lerma, hizo regresar la Corte a la ciudad castellana en 1600. Con esta decisión real, Madrid se arruina, se desploma el comercio, la construcción, se malvenden propiedades e inmuebles. De toda esta situación se benefició el valido y su camarilla, llevando a cabo una política de especulación como nunca se había conocido. Un 5 de febrero de 1606, Felipe III firma la orden que devuelve la Corte a Madrid de manera definitiva. Unos años después, el duque cayó en desgracia y se retiró a sus propiedades de Lerma, antes había conseguido el capelo cardenalicio para evitar la cárcel y tal vez la muerte.

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