Las clases acomodadas se atiborraban de carne, lo que les producía con frecuencia la enfermedad de la gota. Se prefería el carnero a la vaca y el buey. Sólo la Casa Real y los nobles podían tomar pescado fresco que los arrieros conservaban en agua enfriada con hielo o nieve y sal. Comían pan blanco y disfrutaban de huevos. Tomaban queso y fruta como aperitivo.

Era común degustar uva y melón y fruta seca (nueces, pasas, orejones, higos, dátiles). Se confeccionaban muchos dulces y delicada repostería. Eran aperitivos típicos los encurtidos en vinagre con sus especias, aromas, pimienta y guindillas. Disfrutaban de la nieve con sabores (helado de la época), traído de la Sierra de Guadarrama.
La comida en aquella época también sirve para legitimar a los “viejos cristianos” y a los conversos tal y como narra Lorenzo Díaz un refrán de la época reza así “más cristianos hizo el jamón que la Santa Inquisición”.
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