Diego de Silva Velázquez no dejó cartas ni cualquier otro documento, no oficial, a través de cuya lectura pudiéramos hoy comprender o intuir algo acerca de su personalidad, carácter, intereses, proyectos o frustraciones. Dejó, no obstante, algunos autorretratos. Velázquez es, en realidad, un personaje tan reservado, que todo en él resulta enigmático, casi secreto.

Un día, Velázquez solicitó su admisión en la Orden de Caballeros de Santiago, Felipe IV aceptó y dio curso a su deseo con manifiesto interés, lo que originó una avalancha de documentación. El 12 de junio de 1658, Felipe IV concede a Diego de Velázquez dicho título de Caballero de Santiago.
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